Lo que hay detrás de una acusación de "nazismo"

El inquietante caso de la osada Eva Herman

Eva Herman es –o, más bien, era- una de las presentadoras más célebres de la televisión pública alemana. No era una show-woman, sino una periodista de contrastada credibilidad en el trabajo informativo. Pero Eva Herman acaba de ser despedida. La causa directa: haber dicho que algunas políticas del nazismo fueron buenas para el estatuto de la mujer. Ahora bien, el origen del asunto no es realmente este, sino que se remonta un año atrás, cuando Herman publicó su libro-bomba El principio de Eva, donde denunciaba que el trabajo por cuenta ajena aliena a las mujeres y defendía la función de la madre de familia y el trabajo doméstico. Ese día comenzó la caza de Eva Herman.

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La prensa española sólo ha contado el desenlace del asunto. En una entrevista con el diario Bild am Sonntag, a Eva Herman le preguntaron por el III Reich y ella contestó que “Hubo cosas muy malas, por ejemplo Hitler”, pero que también puede hallarse alguna buena “como por ejemplo el aprecio y valoración de la figura de la madre”. Hay que hilar muy fino para encontrar aquí una apología del nazismo, pero Alemania es como es. En todo caso, ese desliz era lo que muchos estaban esperando para acabar con Herman: ha sido la culminación de una campaña de acoso que comenzó el mismo día de la publicación de El principio de Eva, en septiembre de 2006; campaña donde no ha faltado la atribución falsa de frases, como esa de que “las mujeres tienen que callarse más”, y que la periodista no había pronunciado nunca.
 
Vayamos al meollo de la cuestión: El principio de Eva. Por una nueva feminidad (Das Eva Prinzip. Für eine neue Weiblichkeit, Pendo Verlag, Starnberg, 2006), que agotó 50.000 ejemplares en su primera edición y ha conocido después sucesivas reediciones. La autora es un perfecto ejemplo de mujer que ha triunfado en la vida profesional a costa de sacrificar la vida personal: tres divorcios, cuatro matrimonios, un solo hijo. Lo que Eva Herman explica en su libro es cuál es la situación real de la mujer en el mundo de la igualdad de sexos. Las actividades laborales fuera del hogar –explica- han creado confusión en la vida de muchas mujeres. La causa no es propiamente el trabajo profesional, sino la presión psicológica que éste ejerce sobre la mujer: la mujer trabaja fuera porque la han convencido de que sólo así podrá aprobar su propia existencia. El principal agente de esta presión es el movimiento feminista, que ha negado a la mujer su condición femenina para atribuirle una condición semejante a la de los hombres. Pero –dice Eva Herman- es un error querer ser como los hombres, ya que la naturaleza de las mujeres es muy distinta.
 
Eva Herman considera que lo que otorga una función, un lugar y un valor completamente singulares a las mujeres es la formación de una familia y la educación de los niños. Los niños –explica- son las víctimas principales de las actividades de las mujeres fuera de casa. En el capítulo “La catástrofe de los niños” critica la ausencia de sentimientos entre los miembros de la familia, causa de que en el mundo actual los niños consideren la violencia como un acto normal. Ahí se notaría la falta de una madre, cuyo deber es educar y decir qué está bien y qué está mal.
 
Un punto esencial de la cuestión es el desinterés de las mujeres de hoy a la hora de tener hijos. Eva Herman reprueba la actitud de las mujeres alemanas: no han atendido correctamente su principal deber, que es el de la maternidad y la educación de los hijos. Las actividades de las mujeres fuera de la casa han debilitado las bases de la familia. “Pero nosotras, las mujeres, tenemos la capacidad, el poder, para salvar esta encrucijada. Nosotras tenemos que volver a los sentimientos femeninos y de piedad. Abrir un periodo en el que nos inclinemos a tener hijos”.
 
Para situar el debate en su contexto, hay que subrayar que el libro de Herman no es ni mucho menos la única voz que se alzaba en ese sentido. En los mismos días en que aparecía El principio de Eva, la cuestión de la función de la mujer como madre salaba al debate político. La periodista sueca Elise Claeson escribía en el Svenska Dagbladet: “Rara vez una campaña política se ha encontrado una opinión tan marcada. Es como si todas las madres del país se hubieran puesto en pie como una sola mujer y gritado a los políticos: Oídnos, queremos ser madres (…). Durante décadas, la elite sueca ha procurado que la mujer olvide que es madre. Lo llaman ´trampa de mujeres´ en la política sueca. Ya sabéis, es el repiqueteo continuo: las mujeres no debemos elegir libremente porque entonces elegiremos mal. De ahí los tipos impositivos que quitan más de la mitad tanto a los ingresos de la madre como a los del padre y los dividen en pequeños, muy pequeños subsidios para tener control sobre nosotros (…). Nos dicen que dar prioridad a los hijos es realizar una mala elección, pero, qué curioso, sólo para las mujeres. De hecho no existen ´trampas para hombres´. Los padres que quieren ´hacer de madres´ son los héroes de la elite”.
 
Aquí, hay, pues, un asunto de importancia evidente en la sociedad europea, y más especialmente en aquellos países donde más elevado es el número de mujeres inmersas en el mercado laboral. Naturalmente, la opinión feminista oficial reacciona con virulencia. En el caso de Eva Herman, se desató una campaña tenaz que ha ido empujando a la periodista, poco a poco, a una progresiva marginación, hasta su despido de la televisión pública alemana. Es un proceso que no suena nuevo: la nueva inquisición actúa así. Ahora bien, el problema persiste.
 
Las mujeres que toman la palabra para intervenir en este debate exponen sus propios planteamientos. Todas ellas son mujeres de vida profesional ilustre: periodistas, políticas, escritoras, profesoras… Pero quienes viven realmente el problema no son ellas, mujeres cuyo éxito profesional puede compensar el sacrificio de la vida familiar, sino la inmensa mayoría de las mujeres trabajadoras, generalmente en puestos sufridos, poco brillantes, que no compensan el sacrificio. Cuando eso ocurre en sociedades incapaces de engendrar hijos para garantizar la tasa de supervivencia, entonces el debate se convierte en algo que conviene plantearse en serio.

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