Respondiendo a un artículo de "El Manifiesto"

La "libertad de costumbres", esa lacra de la modernidad

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No es ningún disparate lo que ha dicho el arzobispo de Granada. Evidentemente una frase aislada, sobre todo si se saca de contexto, no puede explicar mucho y puede ser tergiversada fácilmente. [La frase, dentro de su contexto, dice así: “Lo que se silencia es el dato –perfectamente constatado– de que el uso masivo de los preservativos no ha detenido el sida en África, sino que lo ha propagado”. N.d.R.] Pero reflexionemos un momento: no es el condón, sino la promiscuidad sexual –de la cual el condón es herramienta esencial– la que extiende el sida.

En las últimas décadas se han disparado las enfermedades de transmisión sexual, incluido el temible sida. Ello ha coincidido con la revolución social, cultural, musical y sexual que transformó la sociedad occidental en torno a la famosa década prodigiosa. Adulterio, promiscuidad y prostitución han existido siempre. Pero nunca hasta ese momento, con la irrupción del amor libre, el make love, not war, etc., el número de parejas sexuales había sido tan elevado. Es una evidencia la gran cantidad de contactos sexuales esporádicos, con personas recién conocidas, que tiene hoy la juventud. Todos conocemos decenas de chistes sobre las sorpresas de la noche de bodas, chistes que en el siglo XXI han dejado de tener sentido. Pues bien: este cambio social ha provocado que se hayan disparado los casos de enfermedades de transmisión sexual.
Pero la culpa la tiene la Iglesia, clama todo el mundo, como si fuera ella la que hubiese promovido dichos cambios en la sociedad. Además, tiene prohibido el uso del preservativo: otra prueba de su culpabilidad. Pero ¿usted de verdad se cree, sincero lector, que alguna persona de las que han contraído el sida habría querido ponerse condón, pero no lo hizo porque se lo prohibieron los obispos y el Papa?
Luego está la píldora del día después, que ha provocado, lógicamente, un nuevo aumento de casos al percibir sus usuarios que el condón ya no hace falta para evitar el embarazo. ¿Culpa de quienes la promovieron y aprobaron? No, de la Iglesia.
También está el aborto rampante, crudelísimo síntoma de la depravación incurable de una sociedad que desprecia la vida del ser humano. Culpa también de la Iglesia. Es evidente: la misma persona que no tiene inconveniente en abortar hubiese querido evitar el embarazo con un preservativo, pero dada su fidelidad a la doctrina de la Iglesia, no lo utilizó. ¿A que todo es muy lógico?
Después está la natalidad descontrolada en otros continentes, que tanta miseria causa. Culpa también de la Iglesia, por no permitir el preservativo. Aunque allí el catolicismo sea prácticamente inexistente (en Asia, el 2%). Además, el hambre en Calcuta es culpa de la Madre Teresa, que no dejaba a los indios morirse tranquilos.
Por no hablar del sida, que en África ha cobrado proporciones tremendas. Culpa también de la Iglesia Católica, aunque los católicos en África sean sólo el 14%, aunque el concepto “fidelidad matrimonial” no exista por no existir ni el matrimonio ni la familia como los entendemos en Occidente, y aunque la gran mayoría de los africanos no sepan ni qué es la Iglesia, ni quién fue Cristo, ni quién es el Papa, ni dónde está Roma, ni qué es un condón.

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