Derecha mutante

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Cómo hemos cambiado… Hace tan sólo diez o quince años, muchos de quienes nos consideramos de la franja política que, para simplificar, llamamos “derecha”, nos estructurábamos, culturalmente, en torno a una serie de puntos que yo, junto a otros muchos amigos, compañeros o camaradas, sigo suscribiendo. He aquí un pequeño listado:

            1.- Alimentación vegetariana (o cuasi vegetariana).

2.- Defensa a ultranza de los derechos de los animales.

3.- Defensa de la naturaleza en una particular vía de ecología profunda.

4.- Defensa y cultivo de las lenguas minoritarias.

5.- Naturismo/desnudismo.

6.- Cristianismo religioso teñido de culto al paganismo y a la Antigüedad.

7.- Nacionalismo europeo.

 

Reconocerse en estos supuestos sí era una verdadera bofetada al orden neoliberal y a las políticas represivas de la izquierda. Era el intento de crear una nueva forma de vida más respetuosa con el hombre, los animales y el medio ambiente. La explicación de cada uno de los puntos era sencilla:

 1.- La alimentación vegetariana no sólo es beneficiosa para el hombre, sino que no exige el sacrificio inútil de animales criados para la muerte.

2.- La tortura de animales como diversión dice muy poco del nivel cultural de un ser humano: circo, zoológicos, parques, pieles, toros…

3.- La naturaleza, como máxima creación de Dios, se ha de conservar siempre, y no permitir su degradación bajo ningún concepto.

4.- Las lenguas minoritarias son portadoras de una esencia irrenunciable de la Nación Europa y no están “tocadas” por su extensión a otros pueblos.

5.- El naturismo pone fin a la obsesión por el sexo y a la pornografía, al tornar natural lo que es natural (el cuerpo humano).

6.- Nuestra fe mayoritaria en Jesucristo no exime el reconocimiento del paganismo a cualquier nivel y el esplendor de nuestra patria primera: Roma.

7.- Los Estados son construcciones burguesas que no siempre han sabido transmitir el espíritu del pueblo (Bélgica, Yugoslavia, la antigua URSS…). Sólo desde el acendrado nacionalismo europeo se podrá superar ese error.

 

Estos puntos, además de tradicionales, son progresistas. Eran la vanguardia de la especie humana en unas determinadas fechas (y por ello será que muchos se los ha apropiado la izquierda, que ya no sabe en qué fijarse…) Sin embargo, ¿qué modelos se están vendiendo ahora? ¿No hemos acaso retrocedido? De la lectura de diversos medios de derechas (incluido El Manifiesto.com) veo una deriva muy peligrosa que nos devuelve a planteamientos reaccionarios, renunciando a una revolución que marcaba, en lo cultural, los puntos citados arriba. Y cuando alguien intenta defenderlos, es posible que, incluso en algún periódico políticamente incorrecto, se le censure. He aquí las equivalencias:

          1.- Alimentación omnívora. Se extiende la falacia de que el vegetarianismo es de hippies y altermundistas, además de insano.

2.- Exaltación de la tauromaquia hasta límites increíbles (alabanzas, por ejemplo, de José Tomás que dichas de Villa o de Raúl sumirían a la persona en la vergüenza). Ridiculización del “Proyecto Gran Simio”.

3.- Construcción desaforada en zonas protegidas. Falta de ataques a la caza y a la pesca. Mofa del calentamiento global y el deterioro del planeta…

4.- Defensa de las lenguas mayoritarias por encima de todo y al precio que sea.

5.- El naturismo es, también, cosa de hippies, de desvergonzados o de putas.

6.- Catolicismo extremo que mira con recelo incluso a otras denominaciones cristianas, y para el que el paganismo es algo felizmente extinto.

7.- Nacionalismo español. La construcción de Europa es un mal sueño.

 

Las diferencias, como ven, son extremas. ¿Se trata, por tanto, de dos ideologías distintas? ¿Es posible compaginarlas? ¿Nos hemos de escindir?

Si vamos al sustrato más profundo de lo que entendemos por “derecha” y, más que en deseos de futuro, concretamos nuestro quehacer en el día a día, el frente ha de ser común a pesar de los abismos “ideológicos”. Esto no quiere decir que, en los puntos expuestos, uno no tome partido (y partido radical). No son secundarios (son, tal vez, incluso más vitales que otras cosas contingentes), pero no podemos enzarzarnos o recluirnos en fundamentalismos que llevaría a batallas tribales. Es, además, en esos asuntos donde las sinergias más extrañas pueden darse, pero no hay que rehuirlas, sino fomentarlas, siempre que no se pierdan los valores que defendemos.

Esto no quita, está claro, una reflexión: ¿cultura de la vida o cultura de la muerte?, ¿reivindicación orgullosa de nuestras ideas o abandono de las mismas a la izquierda?, ¿derecha revolucionaria o neoliberalismo/conservadurismo acomodaticio?, ¿lucha ideal por el ideal o conformidad con las migajas del sistema?

Mi respuesta está clara. ¿Y la suya?

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