Razones para una huelga (pero general...)

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El próximo 8 de junio de 2010, los sindicatos mayoritarios han convocado una huelga general en el sector público como protesta por la decisión del gobierno español de reducir el sueldo un 5 % a los funcionarios y al personal laboral de todas las administraciones públicas. Sin embargo, no es esta la única medida tomada por el ejecutivo de Rodríguez Zapatero, pues ahí se encuentran también, a partir de 2011, la congelación de las pensiones y la no concesión del llamado “cheque bebé”, un supuesto incentivo a la natalidad que, evidentemente, no repercutía tan sólo en los ciudadanos españoles, sino en cualquier extranjero con hijos nacidos en nuestro país, por lo que la disposición era absurda y derrochadora desde el principio.
La medida de Zapatero de rebajar el sueldo a los funcionarios, en bloque, sin matices, es electoralista a todas luces, además de injusta y discriminatoria, y un golpe rotundo al poder adquisitivo de la clase media y media-baja (hay funcionarios con sueldos inferiores a 1.000 € al mes). Desde Larra, la imagen del trabajador público es la de quien no se gana el pan que come, y que dispone de una serie de prebendas imposibles de alcanzar por cualquier otro trabajador por cuenta ajena pero dependiente de una empresa privada. No falta buena parte de razón, y si la medida es electoralista es porque el PSOE sabe que quien no es empleado público se alegra con ella. Y como los pensionistas no pueden ponerse en huelga, y ciertos columnistas ya van ironizando sobre si los funcionarios deberán colgarse un cartelito para saber que están en huelga, el sentir general del país es que, por fin, Rodríguez Zapatero ha acertado. Así lo creen votantes del PP y del PSOE juntos. Y así los engaña.
Sin embargo, Rodríguez Zapatero ha sido cicatero al azuzar el resentimiento para que el país no se le eche a la calle. Frente a los funcionarios, frente a los parados y jubilados, y frente a los inmigrantes. Atacando esos tres colectivos, que el español medio tiene siempre en su punto de mira, ha logrado granjearse el beneplácito de todo el país. Muchos funcionarios votantes del PSOE antes morirían que discreparían de algo llevado a cabo por el líder de la revolución; muchos funcionarios votantes del PP defienden su ideología hasta que les tocan el bolsillo (el día de huelga no se cobra).
¿No sería mejor preguntarse por qué no se mete mano a la banca, a las constructoras, a las empresas que han recibido ayudas económicas o a las sociedades que tan sólo cotizan el 1 %? ¿Quién está en el origen de la crisis? ¿No es el dinero flotante y cuasi virtual de fondos a alto riesgo? ¿No son los bancos los culpables? ¿No se ha de luchar contra los paraísos fiscales? Si es así, ¿qué hacen bancos españoles en Andorra o en Gibraltar? ¿No ha creado un vacío laboral la burbuja inmobiliaria? ¿A quién beneficiaba la construcción de pisos, la destrucción de zonas vírgenes de nuestra geografía y la mano de obra barata para que el país se llenara de inmigrantes innecesarios, con sus familias, que ahora se ven sin trabajo y cada vez más estigmatizados? ¿No son los constructores los culpables? ¿No lo son aquellos empresarios que decidieron crear constructoras como setas para enriquecerse más aún? ¿Y por qué las grandes fortunas, debido a requiebros en el limbo de lo cognoscible para los mortales, no pagan el 45 % o el 50 % de sus ingresos en vez del 1 % como ahora hacen? En breve, ¿por qué el PSOE no ataca a los económicamente poderosos, a quien nunca estará en crisis, en vez de cebarse con la clase media?
En la respuesta a esas preguntas hallarán el razonamiento de por qué los funcionarios han de ir a la huelga el 8 de junio de 2010. Será simbólica, inútil, beneficiosa para las arcas del Estado y un lavado de cara para los sindicatos mayoritarios; eso es cierto. Pero si no se hace, ¿no convertirá eso a los funcionarios en pusilánimes?, ¿no será una aceptación tácita de la medida socialista?, ¿no implicará asumir que la rebaja del sueldo es correcta?, ¿no será un respaldo a la política del gobierno?
Lo lamentable, y no hemos de olvidarlo, es que, con casi cinco millones de parados, y la degradación del sistema, no se haya llamado a la huelga general. Porque eso habríamos de exigir a los sindicatos y al pueblo: detener el país, dejarnos de creer el cuento de abrocharnos el cinturón, exigir el cese del descenso de nuestro poder adquisitivo, y pedir que asuma las consecuencias quien es culpable de esta crisis: que vuelva de Mónaco o de Gran Caimán, baje del avión, dé cuentas, y pague.

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