Hay gente que necesita creer que existió realmente un paraíso en la tierra...

El mundo nunca fue un lecho de rosas

La edad oscura no es siempre, como algunos piensan, una hecatombe material sino un profundo vacío mental y espiritual

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El mundo nunca fue un lecho de rosas. Aunque hay gente que necesita creer que sí, que existió realmente un paraíso en la tierra. Un paraíso que alguien destruyó (no los usureros, ni las élites adineradas ni las logias) sino el hombre blanco de a pie que moría en las selvas y en los mares. Al parecer los pilotos y los marineros, los barbados caminantes de América seguidos por miles de indios desesperados huyendo de la crueldad de otros indios, fueron los únicos culpables de toda la maldad del mundo. Eso queda muy conveniente porque fueron ellos los primeros en caer y los primeros en caer lo hacen en silencio. Como héroes. Y no pueden defenderse de las acusaciones. Una España muerta sobre sus piedras, es más inofensiva que una multinacional, sin ir más lejos.

La ideología dominante nos obliga a creer que América era un sitio sin maldad, sin caníbales, sin imperios, sin sacrificios humanos, sin culturas diferentes, sin oprimidos ni opresores. Algunos creen eso y otras cosas parecidas. Algunos todavía tienen a Marx como profeta, sin plantearse por qué cuanto más se acepta su ideología más se concentra el poder en el mundo. No pueden encontrar relación entre una cosa y otra.

Eso pasa porque la edad oscura no es siempre como algunos piensan una hecatombe material, sino un profundo vacío mental y espiritual. El problema es que América es, sigue siendo –y es hoy más que nunca- la mutación hacia la supervivencia de una raza decadente. O una forma de su preservación podríamos decir. El misterio de su destino está a tales profundidades geográficas y espirituales, que nadie sabe demasiado acerca de su futuro. América está viva, y decir esto es decir que lo criollo es una puerta secreta hacia el futuro que se abre desde Las Apalaches hasta Las Malvinas.

Hay dos destinos que a la vieja Europa a veces se le escapan (no sin razón dada la situación europea) y a los que debería prestarles una gran atención. Dos destinos brutales que queman espíritu y voluntad de poder como combustible: Un destino es Rusia y el otro es América.  La América criolla que viene luchando desde hace siglos. A veces perdiendo es cierto, pero como lo que no mata fortalece, la incógnita y el misterio persisten.

Las extensiones son demasiado grandes y a ciertas personas no se las conoce fácilmente, ni en la geografía ni en la percepción de su identidad profunda.  Nos cuesta a veces unir los pedazos que tan hábilmente los poderes fuertes se han ocupado en desunir. Sin embargo en algún momento descubrimos banderas parecidas y las mismas actitudes en lugares muy distantes, y lo que creíamos distinto resulta no ser distinto sino compartir la misma naturaleza. En América no hubo “guerras mundiales” pero la guerra no ha cesado nunca y cada día marca el territorio y los espíritus.

No hubo resignación ante lo que vino después del Imperio español. No hubo resignación después de haber perdido el Sur confederado  su gran guerra. Y la no resignación quiere decir siempre que la guerra continúa, como en Malvinas.

En el fondo los primeros criollos y los que siguieron después, supieron siempre que como territorio América es inconquistable. Sólo como Patria y como destino puede asumirse y defenderse.

No sé si en rigor puede llamarse conquista lo que cambio la posición el eje terrestre aquel 12 de Octubre. Los criollos –y cuando digo criollos me refiero ya a Cortés, a Valdivia y a los otros- sufrieron tal mutación cósmica, tal trastorno meta-histórico, que sólo quien lo vive podría comprenderlo. El hombre blanco fue lanzado a una epopeya tal que derribando los límites donde ya se adivinaba su decadencia, volvió la raza a parir el superhombre, como sólo en épocas lejanas había ocurrido.

Quizá con tal presentimiento la estirpe se lanzó a los mares sin cesar hasta mediados del siglo XX, hacia las cosas misteriosas de América. La sangre es curiosa a veces y busca ocultos camino. Desde hace cinco siglos y hasta nuestros abuelos, en un viaje iniciático nuestra gente silenciosa y austera, llego a América por motivos que –sabiéndolo o no- los trascendían. O por obra de los dioses como dirían los griegos.

Somos gente de la tierra. De América profunda. No necesitamos excusas ni justificaciones. Con ese tipo de actitudes culposas comienza siempre la derrota. Hemos perdido algunas guerras porque no es fácil pelear contra todos a la vez y contra el sentido del mundo. Pero somos un gran pueblo. Los criollos…el futuro de América, y estamos aquí para cumplir nuestro destino.

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