El nuevo capitalismo criminal

Geopolítica del capitalismo criminal. Jean- François Gayraud, comisario principal de la Policía Nacional francesa, acaba de publicar una obra importante: «Le nouveau capitalisme criminel. Crises financières, narcobanques, trading de haute fréquence» [El nuevo capitalismo criminal. Crisis financieras, narcobancos, trading de alta frecuencia] en la editorial Odile Jacob. Responde a las preguntas de Pierre Verluise.

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Pierre Verluise: ¿Qué parte tuvo la delincuencia en la crisis financiera de 2007-2008?
Jean-François Gayraud: Para entender lo que pasó en 2008 con la crisis de las subprime, es preciso diagnosticar su contexto. En los años ochenta, en los Estados Unidos y su entorno, el capitalismo se reajustó profundamente a partir de una doxa neoliberal. Desde entonces, comporta dinámicas y procesos enormemente vulnerables a las conductas delictivas. El nuevo capitalismo se caracteriza por su excesiva desregulación, su mundialización y su confusión con las finanzas. Estos tres factores lo han vuelto criminógeno: incita y crea oportunidades para el fraude con una intensidad nueva.
La crisis financiera se desencadenó en los Estados Unidos a partir de un pequeño sector financiero: el mercado de las hipotecas. La burbuja inmobiliaria fue creciendo al impulso de prácticas crediticias totalmente fraudulentas. Cientos de miles de préstamos estaban viciados por defectos muy simples: falsedad documental, abuso de confianza, estafas, cláusulas abusivas, etc. Mediante la titulización y con la ayuda de agencias de calificación complacientes o abiertamente mendaces, estos fraudes fueron a parar a los famosos "productos financieros innovadores”, vendidos sin prudencia ni consejo en los mercados de Wall Street. La burbuja financiera, a su vez, se hinchó a partir de auténticos fraudes. Por eso se dice que la crisis de las subprime podría denominarse, sin exagerar, crisis de las subcrime.
El análisis criminológico que propongo no es el recurso a esa fácil metáfora por la cual "fraude" sería simplemente sinónimo de "depredación" No; se trata de verdaderos delitos frente a los cuales no tenemos resoluciones judiciales serias. Por otra parte, el informe de la Comisión de Investigación del Senado estadounidense sobre la Crisis [FCIC, Financial Crisis Inquiry Report ] que contiene la autopsia de la misma, utiliza la palabra "fraude" ¡ciento cuarenta y siete veces! ¿Va a ser por casualidad? Yo he analizado la crisis de las subprime a la luz de la criminología en La grande fraude (Odile Jacob) en 2011. En Le nouveau capitalisme criminel hago un ejercicio similar con otras crisis financieras originadas por la desregulación: Japón, México, Albania, etc.
 
P.V.: Su análisis parece innovador…
J-F. G.: En los últimos años he intentado dar cuerpo a una verdadera "geopolítica y geografía económica del delito". Me gustaría que la criminología despertara de un cierto torpor, de un cierto aislamiento; que saliera a respirar el aire de la modernidad y de los grandes espacios de la mundialización. El delito se halla ahora en el corazón de la modernidad, no es una rareza  folclórica. En Le nouveau capitalisme criminel intento de nuevo esclarecer fenómenos macroeconómicos, en este caso las crisis financieras, a la luz de la criminología. Soy consciente de que esta empresa puede someterse a muchas críticas, especialmente en Francia, donde la reflexión sobre el delito está monopolizada por una sociología criminal anclada en el miserabilismo, obsesionada por la "cultura de la excusa" y que no sabe ni levantar la vista para interesarse por los delitos elitistas, esos que cometen los miembros de las élites “legales”, pero también los de las criminales. La fragmentación disciplinaria tradicional en los medios académicos y un positivismo algo mezquino, consustancial al pensamiento económico, hacen que el delito rara vez sea considerado en la reflexión global. A mi juicio, este olvido es nefasto porque nos impide realizar un diagnóstico preciso sobre ciertas patologías nacidas de la modernidad posterior a la Guerra Fría.
 
P.V.: Desde la crisis, ¿ha progresado algo la regulación?
J-F.G.: No. Todas las leyes aprobadas son pura cosmética. No han sabido o no han podido alterar la arquitectura ni la economía del sistema financiero internacional, especialmente en sus aspectos más irregulares y criminógenos. No cambian el rumbo. Los legisladores europeos y americanos se han conformado con lanzar botes salvavidas alrededor del Titanic. Cuando estalle la próxima crisis financiera, esos botes solo aprovecharán a los que viajen en primera clase.
Lo que debemos entender es que, en cierto modo, nunca hay “crisis financieras” stricto sensu: solo hay crisis políticas. En consecuencia, hay que cuestionar los mecanismos legales y las políticas que permiten remontar a esos sistemas tan descontrolados y criminógenos. Y este razonamiento nos lleva a preguntarnos cómo se aprueban las leyes de desregulación y cómo se hacen las elecciones. ¿De dónde sale el dinero para las campañas electorales y cuánto procede del lobby financiero? ¡Los mortíferos principios del célebre “consenso de Washington” no vienen de Marte! Desde entonces, las finanzas imponen una relación de fuerza – puño de hierro en guante de seda- a los poderes políticos. Muchos Estados son literalmente cautivos del poder financiero. Y este fenómeno no afecta solo a los paraísos fiscales y bancarios: es central en los Estados Unidos. Por ejemplo, en Francia ¿quién es el principal empleador de los inspectores de finanzas? ¿El Ministerio de Hacienda o los cuatro grandes bancos multinacionales que tanto nos enorgullecen? Esto crea, sin duda, de forma mecánica, sutiles acuerdos en los puntos de vista cuyas consecuencias son  profundas  …
 
P.V.: ¿Por qué el Trading de alta frecuencia podría causar nuevos derrumbamientos parciales o sistémicos?
J-F. G.: Sin discusión pública, sigilosamente, los mercados financieros funcionan desde hace veinte años mediante ordenadores y algoritmos de alta potencia, en un mundo más parecido al de las novelas de Philipp K. Dick que al de los relatos de Balzac. En cuestión de nanosegundos, cientos de miles de transacciones irrigan constantemente los mercados bursátiles de todo el planeta. Pero la ecuación “grandes volúmenes” y “alta velocidad” ha vuelto invisibles a los mercados. Es tanta la oscuridad que los encargados de vigilarlos se han  quedado ciegos.
El Trading de alta frecuencia (NAF) no es más que un instrumento. Quiero decir que, como todas las herramientas, no es neutra. Como cualquier técnica, se utilice bien o mal, transforma profundamente la estructura y el funcionamiento de los mercados financieros. Los tres grandes bancos y los fondos especulativos, que son los principales agentes de la NAF, suelen explicarnos lo útil y beneficiosa que es. Yo creo que cabe dudar de su utilidad social,  pero ese debate macroeconómico se sale del objeto de mi estudio. Por el contrario, la NAF plantea problemas muy serios a la seguridad nacional. Hay tres cuestiones que nunca se enuncian:
Primera: la NAF no puede sino potenciar los fraudes financieros a gran escala. Es invisible e ininteligible, lo cual entraña el riesgo de una permanente incitación a las malas prácticas de los malos agentes.
Segunda: aparte del marco penal, cabe preguntarse sobre la dinámica propia de esta técnica. ¿Acaso no legaliza el abuso de información privilegiada, estimula la competencia desleal y hace de la especulación delictiva una institución?
Tercera: sabemos que los mercados financieros que trabajan con la NAF sufren tensiones constantes y que los hundimientos ocurren con regularidad.  ¿Seremos capaces de impedir los venideros?
 
P.V.: ¿Por qué la lucha contra el dinero negro sigue siendo un escandaloso fracaso?
J-F.G.: Los Estados no consiguen detectar ni el 1% del dinero negro. ¿Por qué no lo dicen? ¿A qué tanta omertà? Yo intento detallar las causas profundas, estructurales, de ese fracaso, más allá de esas pobres explicaciones,  parciales y técnicas, que suelen arrojarnos. En mi opinión, hay tres razones principales que aquí solo voy a rozar. Una es histórica: el combate es muy reciente, solo se hizo firme a finales de los noventa. La segunda es geopolítica: existen decenas de Estados piratas por todo el mundo, paraísos fiscales y bancarios, que son otros tantos agujeros negros en las redes del control. La tercera es  jurídica: autorizamos o permitimos que se desarrollen  instrumentos  jurídico- financieros que favorecen la opacidad y el anonimato del capital, como, por ejemplo, los trusts y otras figuras.
La cuestión del blanqueo de capitales es decisiva, porque el dinero reciclado en la economía legal permite al delincuente no solo aprovecharse de los beneficios mal adquiridos en esta, sino, sobre todo, adueñarse de sectores de la economía y de las finanzas legales y, en consecuencia, situarse por encima de los poderes elegidos. En contra de lo que sermonea la ortodoxia liberal en su versión más fundamentalista, el dinero del delito nunca es neutro. Es un error pensar que pecunia non olet. Al blanquearse, al legalizarse, el dinero negro ensucia las instituciones legales, políticas, económicas o financieras. Contamina todo el biotopo democrático. Parece blanquearse, pero realmente ennegrece nuestro mundo legal. Estos cambios invisibles son, como siempre, los más profundos y duraderos y, por ello, los más peligrosos.
Traducción de Susana Arguedas
© Diploweb.com 

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