Paul Potts estaba un poco nervioso antes de comenzar la audición. Era uno de los participantes del programa de Televisión Britains got Talent (algo así como “Los británicos necesitan talento”), y entre bastidores se movía de un sitio para otro, con la mirada en el suelo. “Mi sueño es dedicarme a aquello para lo que estoy señalado desde mi nacimiento”, dice a la cámara el joven Potts, que se gana la vida con la voz; bueno, la voz emitida a través de teléfonos móviles, pues vende esos artilugios en un gran almacén.
La entrada de Paul en el escenario fue desconcertante. Gordo, feo, con los dientes torcidos, algo bizco, y ademanes torpes, tres jueces le acosaban con la mirada y cientos de personas del público ya sentían compasión por esta joven víctima de Nueva Gales del Sur, que se había equivocado de escenario. “Paul, ¿para qué estás hoy aquí?”, le pregunta una miembro del jurado. “Para cantar ópera”, responde.
Los tres jueces, cantantes reconocidos, se cruzan miradas de sospecha. Este Paul ha disparado muy alto. La gente del público se muerde los labios. El pobre, es tan arriesgado, tan débil.
“Está bien Paul. Nosotros estamos listos. Cuando quieras”. Paul mira a los técnicos de sonido, y se ve una mano que aprieta un botón. Entonces, surge de los altavoces un pasaje de Turandot, la ópera más famosa de Puccini. En este aria el príncipe Calaf, que aspira a desposarse con Turandot, la princesa china, le dice que será el vencedor y que se casará con ella. Sabe que otros apuestos hombres han muerto porque no han podido resolver los tres enigmas propuestos por la malvada princesa, pero él los ha resuelto. Como sabe que ella está temblando de miedo porque está obligada a casarse con el príncipe extranjero, Calaf le pide a la noble mujer, que si adivina cómo se llama, él muera al alba. “Que nadie duerma”, dice Calaf. Que nadie duerma en la ciudad mientras la princesa y sus guardias salen a preguntar el nombre del príncipe. Nessun dorma.
Terminada su aria, y habiendo provocado lágrimas en el público y el los jueces, el joven vendedor de teléfonos se perfila ahora como uno de los ganadores de este concurso de cantantes. Lo que ha sorprendido a los británicos, como confesaba uno de los jueces, es que un modesto trabajador haya tenido una sensibilidad tan grande y una voz tan prodigiosa para presentarse a un concurso que busca talentos de otra clase y con otras músicas.
“Es como encontrar un diamante sin esperarlo”, comentó una mujer que hacía de juez. El joven Potts salió del escenario entre fuertes aplausos, y ahora muchos esperan verlo en los escenarios profesionales de las óperas de Europa. Para que cumpla ese sueño para el que ha nacido.