Preservar la composición étnica de Europa

"Hay que preservar la composición étnica de Europa". Lo dijo no hace mucho la embajadora de Hungría en España, Enikó Gyóri, y a la pobre señora le cayó la del pulpo.

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“Hay que preservar la composición étnica de Europa”. Lo dijo la embajadora de Hungría en España, Enikó Gyóri, y a la pobre señora le cayó la del pulpo. Cometió el error de pronunciar esas palabras en La Sexta, que se apresuró a exhibirlas como piedra de escándalo. El mismo linchamiento, probablemente, habría acometido cualquier otra cadena de la mayoría mediática. A los europeos del este –en Hungría, en Polonia, en Eslovenia- les cuesta entender que hay ciertas cosas que no pueden siquiera mentarse en Occidente. ¡La “composición étnica” de Europa! 
¡A quién se le ocurre! Y sin embargo… ¿se ha parado alguien a reflexionar sobre el asunto? Porque, en el fondo, lo que ha dicho la embajadora es una obviedad. Y lo notable no es la frase, sino el hecho de que suscite escándalo.
¿Quién se escandaliza al oír la expresión “composición étnica de Europa”? Curiosamente, los mismos que a todas horas nos flagelan por haber atentado contra la “composición étnica” de los amerindios o los bantúes. Y, por supuesto, está bien preocuparse por amerindios y bantúes, pero ¿quiere decirse que éstos tienen derecho a preservar su “composición étnica” y los europeos no? ¿Por qué? Y a todo esto, ¿alguno de los que lanzan la fatwa progre sabe qué quiere decir “composición étnica”?Porque en el debate político-periodístico, cada vez más infantilizado, dices “étnico” y el interlocutor entiende “campo de concentración”, pero en realidad se trata de algo enteramente distinto. Y a poco que se reflexione, se verá que “preservar la composición étnica” es algo que tiene todo el sentido del mundo. Incluso la de Europa.
La composición étnica es el conjunto de características que dan su especificidad cultural a un grupo humano. Etnia no es raza: es mucho, muchísimo más. La etnia, que es un término de la antropología, y no de la biología, viene definida por una comunidad de lengua, de religión, de costumbres, de usos sociales, un sistema de creencias compartido, una tradición, una memoria común… El aspecto físico sólo es un elemento más, y ni siquiera el más importante. Por ejemplo, en España hay muchos inmigrantes hispanoamericanos –se habla de hasta dos millones-, frecuentemente con un aspecto físico inequívocamente amerindio, y eso no ha variado la composición étnica de España: hablan y piensan en nuestro mismo idioma, rezan al mismo Dios, comparten numerosos usos y costumbres, etc. Inversamente, en Afganistán o en Irán hay cuantiosos grupos de raza europea, pero hablan otras lenguas, rezan a otro Dios, tienen otras costumbres, otras leyes, otra manera de relacionarse con el mundo y entre sí mismos… ¿Alguien duda de que dos millones de afganos o iraníes en nuestro país si cambiarían la faz de España? Por supuesto, los rasgos étnicos, en las sociedades actuales, no son enteramente uniformes ni exclusivos. Por eso no se habla tanto de “etnia” como de “composición étnica”, una fórmula que recoge mucho mejor la pluralidad real de nuestras comunidades.
Aclarado qué quiere decir “composición ética”, hagamos la pregunta: ¿Hay que preservar la “composición étnica” de Europa? La pregunta en realidad debería formularse a la inversa: ¿por qué no íbamos a preservarla? Las ideologías modernas, dominadas por dogmas materialistas de naturaleza económica, suelen desdeñar los rasgos culturales y las especificidades de los pueblos. O sea, su “composición étnica”. Así llevamos más de medio siglo asistiendo a empresas tan absurdas como pretender que en ámbitos culturales musulmanes, centroafricanos o indochinos florezcan democracias de libre mercado al estilo occidental. Los resultados son invariablemente catastróficos. ¿Por qué?Por la sencilla razón de que ese modelo político-económico, que tantos juzgan como el mejor de los posibles y aplicable con carácter universal, en realidad sólo es viable en sociedades cuyos rasgos culturales –cuya “composición étnica”- se ajusta a los patrones de la civilización europea, moderna y cristiana. En otros ámbitos culturales es posible, por supuesto, encontrar fórmulas de justicia, libertad, prosperidad, etc. Pero serán fórmulas adaptadas a su propia especificidad cultural. A su propia “composición étnica”.
Lo dijo De Gaulle
Es verdad que en Occidente, hoy, mucha gente defiende que la diversidad étnica es algo “malo”, una suerte de rémora del pasado (¿de cuándo exactamente?) que hay que extirpar. Hablar de una Europa étnica sería una blasfemia. Para esta gente, también los demás pueblos han de renunciar a su identidad –los musulmanes, por ejemplo-, porque va contra el progreso. Sorprendentemente, a esta posición etnicida la llaman “antirracismo”. ¿Pero hay algo más racista que predicar la extinción de todas las razas? Aún peor: ¿hay algo más racista que pretender convertir a todo el género humano a una ideología que es estrictamente occidental?
Charles de Gaulle, cuyas convicciones democráticas nadie pondrá en duda, dijo en cierta ocasión algo que hoy sería motivo de escándalo. Reproduzco la cita completa, servida por Alain Peyrefitte: “No hay que engañarse. Está muy bien que haya franceses amarillos, franceses negros y franceses morenos. Eso enseña al mundo que Francia está abierta a todas las razas y que tiene una vocación universal. Pero con la condición de que sean una pequeña minoría. Si no fuera así, Francia no sería Francia. Nosotros somos, ante todo, un pueblo europeo de raza blanca, de cultura griega y latina y de religión cristiana… Basta de cuentos”.
Estas mismas palabras de De Gaulle, una a una, pueden aplicarse a cualquier nación europea y a Europa en su conjunto. Somos, sí, pueblos de raza blanca, cultura griega y latina y religión cristiana. Todo eso, y bastantes cosas más, determina nuestra “composición étnica”. Por eso podemos, además, abrir la puerta a personas de otras razas, de otras religiones y de otras culturas, lo cual no es particularmente frecuente en otras latitudes.Pero podremos abrirnos siempre y cuando el sistema de valores dominante en nuestro suelo sea el nuestro, porque, de lo contrario, desaparecerían las condiciones que hacen posible la apertura.
Sí, claro que hay que “preservar la composición étnica de Europa”. Una Europa habitada mayoritariamente por otros pueblos, o en la que fueran éstos los que imponen las reglas del juego, dejaría de ser Europa. Por eso lo que dijo la embajadora húngara es perfectamente sensato. Lo insensato es esa especie de suicidio étnico que tantos predicadores pregonan so capa de “antirracismo”.
Basta, en efecto, de cuentos.
(c) La Gaceta

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