Ante la muerte del último tirano comunista

«Fidel Castro is dead!» (Donald Trump)

Causa estupor ver cómo mucha gente de los ámbitos identitarios o populistas comparte con el conjunto de la izquierda su pesar por la pérdida del Líder máximo.

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Así rezó, lacónico y jubiloso, el tweet emitido por Donald Trump al conocerse la muerte del sátrapa cubano. Luego se explayaría mucho más abundantemente. Recurriría para ello a un lenguaje cuya falta de acartonamiento lo hace, por lo demás, absolutamente inusual en las lides diplomáticas, tan pulcras y atildadas ellas.
Así reza el comunicado oficial del presidente electo de Estados Unidos:
«Hoy el mundo ha conocido el fallecimiento de un brutal dictador que oprimió a su propio pueblo durante casi seis décadas. El legado de Fidel Castro está marcado por los pelotones de fusilamiento, el robo, el sufrimiento inimaginable, la pobreza y la negación de las libertades cívicas fundamentales.
»Si bien Cuba sigue siendo una isla totalitaria, espero que el día de hoy represente un paso dado de cara a alejarse de los horrores que se han soportado durante demasiado tiempo, un paso dado hacia un futuro en el que el fantástico pueblo cubano viva por fin con la libertad que tanto se merece.
»Aunque no podemos borrar las tragedias, la muertes y el dolor causados por Fidel Castro, nuestro Gobierno hará todo lo posible por garantizar que el pueblo cubano pueda, por fin, marchar hacia la prosperidad y la libertad.
»Con la esperanza de ver pronto algún día una Cuba libre, me uno a los muchos cubano-estadounidenses que tanto me apoyaron durante la campaña, incluyendo a los veteranos de la brigada 2506», concluyó, refiriéndose a los participantes en la fallida invasión de la Bahía de los Cochinos en 1961.
Poco más habría que añadir a palabras tan claras y contundentes. Poco más… si no fuera el estupor que causa ver cómo mucha gente de los ámbitos identitarios o populistas comparte con el conjunto de la izquierda su pesar por la pérdida del Líder máximo. Es cierto, contrariamente a ésta, no expresan ditirámbicos elogios hacia quien sumió en la miseria y la opresión al que, junto con Argentina, era hasta 1959 el país más próspero de Iberoamérica. Sus elogios no son ditirámbicos: son comedidos, tibios, hechos con reservas y conjunciones adversativas. Pero elogios son.
Y todo por una sola razón: porque la revolución comunista de Cuba era combatida por los Estados Unidos y por el conjunto del mundo liberal. Castro era pues –no hay de ello la menor duda–, el enemigo de nuestro enemigo. Pero ¡cielos! ¡Qué ceguera política hace falta para imaginarse que el enemigo de nuestro enemigo se convierte necesariamente en nuestro amigo!

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