Crónicas de Tabarnia

Lilí Marlén Wind

El falso Gandhi con lacito amarillo que se presenta como un huido del gulag español.

Compartir en:


Aquí en Tabarnia seguimos informando de más de lo mismo, seguimos informando de que todo sigue fatal. Carles Puigdemont apareció oliendo a pescado en Dinamarca. Allí le aguardaba arpón en mano la profesora Marlene Wind, directora del Centro de Política Europea de la Universidad de Copenhague. Marlene Wind nos ha gustado mucho, entre muchas otras cosas, porque está cañón y no lo disimula. Para cocinar al expresi en su tinta, nuestra chica danesa encuerpó ceñida falda de cuero negro, sutiles medias negras, el vigoroso pelo rubio emergiendo de una de esas coletas a medio deshacer, como quien justo se levanta de… Wild is the wind (salvaje es el viento), cantaba David Bowie. La libertad y la dignidad femeninas no se acreditan llevando trajes chaqueta castradores, blusones–escafandra tipo Merkel y zapatito plano. A lo mejor es justo al revés.

De Marlene Wind deberían aprender todas estas señoras del #MeToo: el mejor desafío al varón, en clara e histórica inferioridad sexual frente a la hembra desde que el tiempo es tiempo, consiste en no darle tregua ni a la mente ni al paquete. En hundir el tacón de aguja sin piedad en cualquier tejido blando o vacilante. A gloria bendita nos sabían los cero complejos de Marlene Wind. Su no cortarse en absoluto ni como mujer, ni como ciudadana, ni como politóloga. Lejos de mostrarse sumisa ante el “pobrecito” indepe, ante el falso Gandhi con lacito amarillo que se presenta como un huido del gulag español, cuando en realidad es el erario público español quien le paga la escapada, Wind dio rienda suelta a la incredulidad y a la provocación. ¿Y por qué no? Hay vida y hay preguntas más allá de TV3… ¡Y alguien tenía que hacérselas algún día a Puigdemont!

Hace tiempo, demasiado tiempo, que la política cumple una función más glandular que fáctica. Se votan sofocones y paripés, no hechos. Se vota para huir de lo que no nos gusta, no para alcanzar nobles anhelos. La utopía suprema es el “se van a enterar”. El ir a las urnas a hacer un buen corte de mangas. Así disfrutamos luego de liderazgos infantiles (Puigdemont), seniles (Trump), o de todo un poco (Pablo Iglesias). Calígula hizo senador a su caballo, nosotros nos conformamos con cualquier burro que nos prometa el vislumbre de un espejismo de un breve clímax antisistema. Vladimir Putin allá en Rusia los tiene geoestratégicamente bien puestos para bien y para mal, Marine Le Pen en Francia a punto estuvo de poner a la socialdemocracia exangüe seriamente contra las cuerdas de sus contradicciones… Todo lo demás es pedorreta trágica.

Como el inútil que va y se encuentra con Puigdemont en Copenhague y le da a besar la bandera. ¿Qué pensaban, que la iba a escupir? Será de Gerona (como quien esto firma), pero no tonto (ídem). Todas estas fricadas de estricto consumo interno alimentan el doble relato indepe. Apuntalan el aplomo y la desvergüenza con que Puigdemont proclamó en Dinamarca “we won the election” (¡mentira!), la huida hacia delante de la que somos todos rehenes asqueados y aburridos…

Volviendo a la profesora Marlene Wind: así, así se hace. ¿Que es feminismo, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul? ¿Multar a los que piropean mientras respetamos la multicultura de los que sajan el clítoris a las niñas? ¿Crear una policía erótica que persiga a todos aquellos que han intentado meter mano alguna vez (yéndose mayormente de vacío, cuenten luego lo que cuenten…), mientras permitimos de brazos cruzados que en la religión y el continente de al lado echen ácido a la cara de las féminas a la primera objeción? ¿Poner a parir (es un decir) a los gays que quieren tener hijos con vientres de alquiler mientras miramos para otro lado cuando les cuelgan de una grúa en Irán? Etcétera.

No, feminismo no es, o no debería ser, toda esa agonía de represión–acción–más represión, de terca negativa a admitir que el mundo es como es y va como va. Y que la primera condición para mejorarlo es ser capaz de verlo y entenderlo más allá de las gafas de ideología aumentada. El mundo es como de verdad es cuando una mujer como Marlene Wind se planta delante de un hombre como Carles Puigdemont y le dice lo que le dice: que es un malcriado que se quiere quitar de encima a los pobres, y a los distintos, y no digamos a los únicos. Que un president (incluso un president cesado) no es ni debería ser nunca un señor de la limpieza…étnica. Puigdemont no mandó a Wind a lavar los platos porque en inglés no sabrá decirlo. Se conformó con tomarle pérfidamente la palabra al arrancar ella ironizando con que ella no es una experta en política española… Infinitamente más sutil que plantarle una bandera en los morros…, ¿no creen?

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar