Censura feminista en la Manchester Art Gallery

Retirada una obra maestra. Mujeres bellas y desnudas expresan concupiscencia en su mirada

No equivocarse: "No es un acto de censura, sino de diálogo".

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Así narraba el periódico
El Mundo, hace unos días, la historia.

«Hilas y las ninfas, lienzo del pintor prerrafaelita John William Waterhouse, fue retirado el pasado viernes de la exposición permanente de la Manchester Art Gallery, que también ha retirado de la circulación las postales con la imagen del cuadro. El centro ha anunciado en su página web que la decisión pretende abrir un debate sobre la representación de la mujer en el arte y que el cuadro muestra "el cuerpo femenino como una forma pasiva y decorativa tanto como una ´mujer fatal´. ¡Vamos a poner a prueba las fantasías victorianas!".»

¡Para fantasías victorianas, las suyas! Las de toda esa caterva de feministas y feministos que, al paso al que están yendo las cosas, harán que, al lado de su puritanismo «anticosificador», los recatados victorianos aparezcan como adalides de la lascivia más desenfrenada.

Pero ahí no se acaba la cosa. Clare Cannaway, la directora y censora del museo, ha declarado que retirar tan escandaloso cuadro no constituye ningún «acto de censura, sino de diálogo» [sic]. Como si no fuera suficiente el insulto lanzado contra la belleza, las mujeres y el erotismo, encima va y lo envuelve con el almíbar ñoño de la ridiculez. La censura se convierte en diálogo, al igual que, en el mundo de 1984 de Orwell, el Ministerio que difunde falsedades es el Ministerio de la Verdad, y el de la tortura el Ministerio del Amor.

Es lo que François Bousquet decía aquí mismo el otro día: estamos ante la estupidez 2.0, ante esa estupidez pagada de sí misma que es infinitamente peor, infinitamente más espesa, que la del tonto del pueblo.

Es la estupidez de quien, encima, ni siquiera se da cuenta de que el cuadro narra una historia en la que es la mujer quien, lejos de cualquier sumisión, toma la iniciativa de seducir al hombre. Al argonauta Hilas, más concretamente, quien habiendo llegado a una isla, fue a buscar agua. Al disponerse a cargar sus cantimploras, unas ninfas emergieron de repente en el agua. Una de ellas llamó a Hilas, le besó en la boca («It´s horrible!», exclamó, escandalizada, doña Clara Cannaway) y del argonauta nunca más se supo.

Es en fin la estupidez de quien (la misma señora Cannaway) no duda en agravar su caso declarando a The Guardian: «Personalmente tengo una sensación de vergüenza por no haber abordado este asunto antes. Hemos olvidado fijarnos en este espacio y pensar apropiadamente en él».

Vergüenza, sí. Vergüenza ajena, rubor y desprecio es lo que uno siente ante dicha señora, y ante las demás señoras, y ante los demás señores. Son —no lo olvidemos— legión.

Nota.- Donde estaba el cuadro prohibido está ahora un espacio vacío en el que se invita a los visitantes del museo a dejar sus opiniones. Invito a los lectores de nuestro periódico a que expresen las suyas escribiendo a esta página de Contactos de la Manchester Art Gallery.

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