La fragmentación será peor que la secesión

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Mientras el PNV intenta salir del atolladero de Ibarretxe y su “consulta” para la autodeterminación, el Partido Socialista de Euskadi se ha descolgado con el anuncio de que está dispuesto a construir la “nacionalidad” vasca. Eso lo ha dicho Patxi López, y es evidente que, como siempre, lo ha hecho porque ZP se lo ha mandado.

El paisaje que cabe augurar es muy evidente: el PSE quiere desempeñar en el País Vasco el mismo papel que el PSC ha jugado en Cataluña, a saber, ser el partido que lidere una ampliación confederalizante del estatuto de autonomía, con rasgos nacionales, y que se apoye al mismo tiempo en alguna formación radical de izquierda nacionalista y en otra de derecha nacionalista que actúe como oposición. El mismo modelo veremos dentro de breve plazo en Galicia.

De esta forma, el mapa de España quedará configurado como una confederación gobernada mayoritariamente por el PSOE, eventualmente con apoyos nacionalistas, y con una hegemonía casi permanente en numerosos territorios y en el conjunto del Estado. Esto lo había previsto Jaime Mayor Oreja hace varios años. El desarrollo de los acontecimientos le ha dado la razón. La reunión de ZP con sus “barones” para resolver el laberinto de la financiación autonómica va en el mismo sentido.

No asistiremos, pues, a la ruptura traumática de la unidad nacional por la secesión de algunas regiones, sino que más bien veremos cómo la nación implota: el tejido del Estado se fragmenta de manera “indolora”, “democráticamente”, ante la pasividad de los poderes públicos y de los ciudadanos privados. Ante la secesión habría sido posible una reacción nacional; ante la fragmentación, por el contrario, nadie reaccionará, porque está en la lógica del desorden establecido. Suicido con anestesia.

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