De Aristóteles a Heidegger

Un nuevo realismo en lengua inglesa

Me parece sumamente valioso que se haya constituido en estos primeros quince años del siglo XXI una corriente filosófica autodenominada "de realismo especulativo", porque eso indica una clara reacción desde el centro del poder mundial, la alianza talasocrática entre Usa e Inglaterra, ante el marasmo en que cayó la filosofía europea continental.

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Con cierto orgullo de criollo porteño cabe afirmar que Buenos Aires acaba de recuperar en el mercado de las traducciones filosóficas un espacio que cedió hace ya unos largos veinte años a las editoriales de Barcelona y Madrid, traduciendo y publicando el libro de Graham Harman (yanqui de 1968) titulado Hacia el realismo especulativo (Ed. Caja Negra, 2015).

El autor es un joven e inquieto profesor de filosofía que, por lo que cuenta en el libro, ha dado conferencias por todo el mundo, siguiendo la estela aristotélica que signa a todo el pensamiento anglonorteamericano.

Claro está, que interpretando a Aristóteles a su gusto e piacere: por ejemplo afirmando, sin ponerse colorado, que “Aristóteles no puede darle el nombre de sustancia a algo artificial como una máquina porque la sustancia en él se limita a la naturaleza” Lo que confirma una vez más que los scholars anglonorteamericanos son grandes eruditos en Aristóteles (David Ross, John Alexander Stewart, Baywater, Barnes, LLoyd, G.Murray, Joachim, Rackham, Rosen, Burnet, Case, Heath, Allan, Erickson, W. Roberts, Gaisford, Barker, et alii.) No ignoramos tampoco que ha habido filósofos de lengua inglesa de la talla de Samuel Alexander, F. H.Bradley, Whitehead en Inglaterra, J.N. Findlay en Sudáfrica y Josiah Royce y Charles S. Peirce en Estados Unidos, pero ellos no han podido colorear el pensamiento expresado en inglés como lo han hecho los cientos de scholars que durante los siglos XIX y XX desarrollaron sus enseñanzas, prioritariamente, sobre la ética de Aristóteles.

Todo esto para afirmar, con temor a equivocarnos, que tomamos con pinzas esta muy buena intención del joven Graham Harman de una filosofía orientada a objetos.

Sin embargo, me parece sumamente valioso que se haya constituido en estos primeros quince años del siglo XXI una corriente filosófica autodenominada “de realismo especulativo”, porque eso indica una clara reacción desde el centro del poder mundial, la alianza talasocrática entre Usa e Inglaterra, ante el marasmo en que cayó la filosofía europea continental. Al respecto la queja de Harman es brillante: “Mientras lo filósofos se aporrean entre sí sobre la posibilidad de “acceso” al mundo, mientras se siguen preguntando sobre la posibilidad de la posibilidad de salir de sí para conocer el objeto, los tiburones persiguen al atún y los glaciares golpean sobre la costa”.

La descripción que hace Harman de desarrollo de la filosofía en el siglo XX es laudable, pues reconoce el giro lingüístico como el gozne que permitió a la filosofía del lenguaje de raíz inglesa reemplazar a la filosofía de la conciencia típicamente continental. Así en lugar de seguir con el ser humano, hijo de Descartes, elevado y distante, aparece el hombre dentro de una red de significaciones lingüísticas y proyecciones históricas. Ahora bien, este modelo satisfizo a dos corrientes antagónicas: a la filosofía analítica inglesa y a la continental, a Frege y Davison y a Derrida y Deleuze. Todo ello concluyó con la hermenéutica en donde la interpretación reemplazó a la visión. Pero, y ésta el la objeción y el tema del realismo especulativo propuesto Harman la filosofía sigue renunciado a tener una relación directa con el mundo en sí mismo.

Harman no está solo en esta cruzada: lo acompañan autores de su mundo lingüístico como Iain Hamilton Grant, Ray Brassier, Quentin Meillassoux (Después de la finitud), Manuel de Landa, Bill Martin y Nathan Brown.

A uno, desde el “mundo bolita” en que vivimos y nos expresamos, nos lvive y see expresa, le llama la atención el reconocimiento y estudio de Harman sobre dos filósofos españoles: Xavier Zubiri y Ortega y Gasset. En Zubiri reconoce que fue quien le hizo dirigir su mirada hacia la interrelación entre objetos inanimados y cognición humana. Y de Ortega y Gasset depende toda su estética y lo reconoce expresamente en su ensayos La estética como cosmología, y así lo expresa: “En el 2003 pude entender finalmente el ensayo de Ortega (Ensayo de estética a manera de prólogo (1914) y reconocer que me había guiado a lo largo de todo mi desarrollo filosófico. Su distinción entre imágenes y realidad ejecutante, una distinción nueva por completo, muestra el camino hacia mi propia distinción entre objetos sensibles y reales, y el rol clave del lenguaje metafórico para proveer de un acceso siempre indirecto a lo real”.

Su realismo especulativo expresado, específicamente, en su filosofía orientada a objetos tiene su punto de apoyo y partida en el análisis original que hace Harman del útil o la herramienta en Heidegger.

Es sabido que el “pitoniso de Messkirch” como lo llama Roberto Walton, se ocupa del análisis del útil, Harman habla de herramienta, en el parágrafo 22 de Ser y tiempo, titulado La especialidad de lo “a la mano” dentro del mundo.

Un útil tiene antes que nada un sitio que le es pertinente, está aquí o allí pero siempre “a la mano”. Forma parte del mundo circundante en torno a nosotros y con el cual tenemos una relación de familiaridad que no nos sorprende. Cuándo nos sorprende la herramienta, es cuando no está en su lugar  pertinente o cuando no funciona o funciona mal. Y aquí nace la teoría de Harman toda percepción conciente es una variante de la herramienta rota, pues la herramienta rota hace manifiesta su visibilidad. En una palabra, nos damos cuenta de su existencia y nos preguntamos por su sentido de ser cuando perdió su fiabilidad.

A partir de esta aguda observación, a Harman se “le salta la cadena” termina afirmando que toda la filosofía de Heidegger “(la cuestión del ser, el análisis del tiempo, el cúmulo de conceptos místicos como Ereignis y das Geviert), no son más que variantes sofisticadas del análisis del martillo y su disfunción”.

El libro, un conjunto de conferencias unidas por el hilo conductor de una filosofía dirigida a objetos, alterna intuiciones profundas con dislates mayúsculos. Su aparato crítico es muy pobre y su sistema de citaciones es perifrástico. Es un ensayo y no un tratado. Con las falencias que tiende todo ensayo, como es llegar a conclusiones sin ocuparse mucho de probar como se llega a ellas. Hay en el autor un desconocimiento de la historia de la filosofía, que se ve a lo largo de todo el libro, pero al mismo tiempo, y ese es su mérito, corre el riesgo del pensamiento intentando pensar con cabeza propia.

Citemos al pasar algunos párrafos como ejemplos de aciertos: la filosofía continental necesita repensarse por entero en nombre del realismo, los objetos y no las redes, deberían ser el tópico principal de la filosofía continental… lo que necesitamos no es más hermenéutica sino filosofía orientada a objetos.

Veamos algunos párrafos errados: la distinción entre cualidades primarias y secundarias es falsa…debemos evitar el concepto de potencia…en realidad las sustancias no se contactan en absoluto…no se me ocurre un solo filósofo de la tradición continental que haya hecho el esfuerzo de defender la realidad independiente de las apariencias (¿y Zubiri o Husserl a quienes admira?).

En su filosofía orientada a objetos se detiene en éstos distinguiendo entre objetos reales que nada tienen que ver con los objetos de la realidad natural sino que son los objetos intencionales Husserl. De modo tal que para Harman los objetos reales son los intencionales. Y cuando habla de objetos intencionales se refiere a los que surgen de la relación sujeto-objeto, y así afirma: toda relación forma un objeto en que los componentes se encuentra en forma turbulenta… lo que muestra la estructura inherentemente volcánica de los objetos”.

Se nota en Harman un esfuerzo terrible por superar la fenomenología cuando afirma que: “el acto intencional unificado solo puede ser un objeto real, no intencional…la estructura de la intencionalidad no está en un cogito humano especial caracterizado por la conciencia lúcida”.

Bueno, así estamos con estos nuevos filósofos de lengua inglesa, con buenas intenciones, con algunas intuiciones pero, como diría el gaucho: “perdidos como turco en la neblina” de la pampa de la filosofía.

La carencia de una metafísica seria, acendrada, clásica , pero que se ocupa de la realidad hic et nunc, tal como se manifiesta en autores de nuestro tiempo como Zubiri, Heidegger, de Anquín, Aubenque, Berti y tantos otros, es uno de los rasgos permanentes de la filosofía en lengua inglesa y el joven Harman, no puede ser una excepción.

No se han dado cuenta que lo más genuino del pensamiento continental como observó Leibniz en su Discurso de metafísica (1686) se ha servido siempre en su debido tiempo y lugar de la solidez de la metafísica que nos viene desde los griegos.

Así, si niego el concepto de potencia, pero pretendo defender la realidad, cuanto esta no es otra cosa que un conflicto de potencia y acto. Cuando afirmo que las sustancias no pueden interactuar pero al mismo tiempo quiero explicar el mundo bajo un sentido realista. Entonces estoy entrando en contradicciones flagrantes que terminan en un amasijo ininteligible de conceptos.

De todas maneras, sea bienvenida esta corriente de realismo especulativo como un acicate a la adormecida filosofía continental, arrastrada en gran parte por la propia decadencia de Europa en donde parece que no solo no florece ningún genuino filósofo europeo sino que ni siquiera le quedará población autóctona.

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