Argentina: de país europeo a país sudaca

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La Argentina se está convirtiendo, de un país de tipo europeo a un remedo de país sudamericano. Se sabe que Argentina fue, en su mayor expresión, un fenómeno de la emigración europea. Primero, como el resultado de la voluntad de ser de las viejas clases dirigentes criollas, que aunque pocas en número desarrollaron un gran poder territorial, económico y militar. Ellos pronto percibieron la imposibilidad de seguir adelante, siendo tan poca gente en un territorio tan inmenso y vacío. Por eso abrieron las puertas a sus hermanos, que en la incipiente decadencia europea no encontraban un lugar bajo el sol. Esa Europa en movimiento, era principalmente “proletaria”, pero resultó mucho más que eso. La Argentina se convirtió así un fenómeno asombroso, sobre todo entre los años 1870 y 1950, por poner una fecha, instalándose entre las primeras potencias mundiales en ese período.
Buenos Aires fue su centro político-cultural. Pero aún en su grandeza y belleza, Buenos Aires no dejó de ser una ciudad con las puertas abiertas a la Europa de origen y al mundo, pero que daba la espalda a un territorio inmenso. Esto tarde o temprano tiene consecuencias y llega a su final.
Nuestra realidad no está separada de la que viven otros pueblos del mismo origen, porque forma parte del fenómeno global de la decadencia y virtual desaparición de los pueblos europeos o de origen europeo. La unidad geopolítica del continente americano, que pudo ser hecha en su momento bajo otras bases, implica hoy la destrucción y el odio contra todo lo que tenga origen europeo (menos el marxismo claro) Aún así, no es el avance de grupos políticos ajenos lo que genera la destrucción de nuestra identidad, sino nuestra propia voluntad de autodestrucción, el vaciamiento de toda voluntad política y la absoluta entrega al consumo.
No he encontrado en años, una sola actitud ni una sola conciencia sostenida y coherente, en torno a la defensa de nuestra identidad en esta parte del mundo. Quizá por eso, estoy convencido que en el contexto actual, sólo la interrelación estrecha entre lo que queda de la cultura europea, operando en conjunto se encuentre donde se encuentre, puede generar algún resultado positivo. El proyecto político global de Occidente, opera en forma similar en todas partes: la sustitución de población,  está en marcha tanto en Bélgica como en Buenos Aires, en el Sur de los Estados Unidos como en España. Ante esto no reaccionamos, ni nos volvemos mejores ni más conscientes, sino cada vez más cerrados y egoístas. Nos urge asimilarnos al sentido del mundo. Ya nadie quiere apretar los dientes. Somos gente blanda y cómoda,  que ante las leyes de la historia, merece desaparecer. Si existen núcleos separados de resistencia con voluntad de sobrevivir, no es aislándose más como encontrarán su destino, sino al contrario, conociéndose e interesándose por todo lo que ocurre a sus hermanos, se encuentren donde se encuentren. No notamos que los demás hacen esto en forma sistemática, y de tal modo avanzan y construyen.

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