Primarias en el "centro-derecha" francés

François Fillon, el candidato de la patronal

Contra Fillon, el ultraliberal, el Front National sólo tiene que hacer una cosa: endurecer y amplificar imperativamente su crítica del liberalismo.

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La victoria de François Fillon parece implicar una “revolución conservadora”, como mucho, o de derechas, podríamos decir para entendernos. ¿Con Fillon asistimos al “triunfo de la derecha de los valores”?
De los valores que cotizan en Bolsa es, en efecto, más probable. Para el resto permítame que lo dude.
La derecha extramuros buscaba durante meses un candidato que fuera más liberal en materia económica y más conservador en materia societal de lo que es hoy el Front National. Ya ha encontrado a ese candidato. Se llama François Fillon, Es presentable, es conveniente, limpio, educado, fiel a su mujer, no se depila las cejas, vota a favor aborto y no tiene la menor intención de volver sobre la ley Taubira,[1] aunque en su fuero interno piense lo contrairo. Además, va a misa, y además vive en una mansión, lo que hace de él un hombre bastante  “bankable”.[2]
Personalmente, me alegro, por supuesto, de la derrota del alcalde de Burdeos (Alain Juppé), que había considerado inteligente hacer una campaña de izquierdas en unas primarias de derechas, al igual que el marido de Carla Bruni (Sarkozy), que no vio que unas primarias “abiertas” podían ser fatales para él. Fillon, en mi opinión, ha sido percibido, sobre todo, como un medio de deshacerse de estos dos. Pero, para mí, esto no es suficiente para hacer de él un héroe.
Primero, y ante todo, soy un adversario del capitalismo liberal. Y François Fillon, por simpático que pueda ser (no son éstos los individuos que me interesan en la política) es, con toda evidencia, un liberal. Y de creer a los medios de comunicación, incluso un “ultraliberal”.
No puedo, entonces, sino serle “ultrahostil”. Su programa nos conduce directamente al siglo XIX: destrucción de los servicios públicos, supresión del impuesto sobre las fortunas y subida en dos puntos del IVA (lo que aumentará el coste de los productos de primera necesidad), desmantelamiento del sistema sanitario (exclusión de los “pequeños riesgos” de la cobertura de salud), simplificación de las jubilaciones, disminución de las prestaciones por desempleo, proposición a los trabajadores de trabajar más por menos salario, bajada de pensiones y salarios, sumisión a la Comisión de Bruselas, reducción de los problemas de los barrios periféricos a cuestiones de empleo, nuevas concesiones a las empresas para facilitar la contratación (pese a que esto depende de la demanda, y la demanda está muerta por la caída del poder adquisitivo inducido por las políticas de austeridad). En resumen, un "destrozo social” que se corresponde bastante exactamente con el programa del MEDEF.[3]
Henri Guaino, que no es precisamente un izquierdista, habla ya del “peor programa social imaginado desde 1944”. Añade, con razón, que “son las absurdas políticas económicas las que minan la protección social, y no la protección social la que destruye la economía”. François Fillon es, en principio y ante todo, el candidato de la patronal, del Wall Street Journal y del accionariado de las empresas del CAC 40.[4]
Dicho esto, soy muy consciente de que no es el programa lo que le ha permitido la victoria. Y que los que han votado por Fillon lo han hecho, en principio, por su persona. Pero para ser franco, estoy verdaderamente cansado de esta derecha burguesa imbécil, desprovista de la menor estructuración ideológica, siempre a la búsqueda de un “hombre providencial”, y que se contenta con hacer vagas promesas que no le comprometen en nada; todo para que, con buena conciencia, pueda concentrarse en la única cosa que le interesa verdaderamente, a saber, la defensa de sus intereses. Como decía Céline, “son las superficies más lisas las que mejor retienen la pintura”. Esta derecha conservadora y “nacional-liberal”, de la que nunca he sido capaz de comprender su adhesión a un sistema económico que destruye todo lo que pretende conservar, que mezcla liberalismo económico y conservadurismo social, lógica del beneficio y llamamiento a los “valores”, orden moral reaccionario y xenofobia, no ofrece nada que pueda complacerme, y es por ello por lo que la combato desde siempre.
Sabemos ciertamente que los católicos han preferido votar por Fillon antes que por Jean-Frédéric Poisson, más próximo lógicamente a sus convicciones, pero que había tomado partido por un “ingreso de la ciudadanía” y que estimaba que “el liberalismo es el pensamiento único en la actualidad, ya sea mayoritariamente económico como el liberalismo de derechas, o ya sea mayoritariamente societal, como el liberalismo de izquierdas, pues los dos no son, evidentemente, incompatibles”. Poisson se pronunciaba también “contra la dominación del mercado sobre todas las áreas de la sociedad humana”. Un discurso insoportable para los que, olvidando las críticas del papa Francisco dirigidas contra el neoliberalismo, quieren, ante todo, que la Iglesia sea una “policía sagrada” (Georges Sorel) destinada a reprimir a las “clases peligrosas”.  
 
François Fillon, ¿puede ser un “Viktor Orbán” o un “Donald Trump”, como algunos parecen creer?
Ni lo uno ni lo otro, por la excelente razón de que François Fillon es todo menos un populista. En última instancia, es incluso su antipopulismo lo que ha convencido a sus electores. El hecho dominante de las primarias que acabamos de presenciar es, en efecto, que las clases populares no se han movilizado para votar, sin duda porque no se reconocían en ninguno de los candidatos –y porque sabían muy bien que los tres problemas que más les preocupan, a saber, la inmigración, Europa y la globalización, no serían abordados por ninguno de ellos.
El sarkozysta Gérard Darmanin, alcalde de Tourcoing, señalaba: “Las clases populares no fueron a votar (…). Ahora bien, esos electores constituyen la mayoría de los votos en una elección presidencial”. Los sectores populares abandonados, en Francia, representan, de hecho, 24 millones de votos. Vemos así por qué Fillon no es, para nada, el “candidato del pueblo de derechas”, sino solamente el candidato de la burguesía media de provincias, y más particularmente, de la gente mayor, en su mayoría ricos e inactivos, que se despreocupan de las cuestiones sociales, puesto que forman parte de las clases favorecidas y protegidas. Esto es lo que Patrick Buisson venía también a decir: “La Francia senatorial y provincial de François Fillon no es la Francia sufriente de las clases populares, que son los que van a votar”.
Fillon había comenzado siendo un “social-gaullista” con Philippe Séguin (como ejemplo, llamó a votar “no” al Tratado de Maastricht, opción de la que ahora se lamenta). Actualmente se reclama de la abominable Margaret Thatcher, que representa exactamente todo lo que Séguin detesta.
 
¿Se puede, decir sin embargo, que después de este escrutinio, “la suerte ya está echada”?
Ya he tenido la ocasión de decir que el sistema de “primarias”, importado desde los Estados Unidos a Francia, es un disparate. Las primarias se conciben muy bien al otro lado del Atlántico, donde la elección presidencial comporta una sola vuelta, lo cual impone a los partidos presentar un solo candidato. En Francia, donde la elección se ventila a dos vueltas, las primarias sólo tienen por objetivo dar a los partidos el monopolio de la designación de los candidatos, al mismo tiempo que instituyen una suerte de voto censitario totalmente contrario a nuestras instituciones. Las verdaderas primarias, en Francia, deberían ser la primera vuelta de las presidenciales.
Dicho esto, ver en estas primarias del “centro-derecha” el anuncio del resultado final de las presidenciales es todavía más absurdo que ese escrutinio que ha reunido a menos de 4,5 millones de votos (de los que habría que deducir todavía 600.000 votos “venidos de otra parte”), cuando en Francia hay casi 45 millones de electores, de los que 36 millones deberían de participar en la elección presidencial, una vez sustraída la cantidad previsible de abstencionistas. Sobre estos 36 millones, hay al menos 20 millones de electores de derechas. A los que el candidato tendrá que convencer, puesto que no se los ha ganado.
Hace seis meses, la elección de Hillary Clinton no suscitaba ninguna duda, pero fue Trump quien ganó. Hace dos meses, la elección de Alain Juppé en las primarias era inevitable, pero ha sido Fillon el que se la ha llevado al término de una campaña que igualmente ha demostrado la extraordinaria versatilidad de los electores de derecha. Creer que la elección presidencial no nos reserva ninguna otra sorpresa resulta extremadamente ingenuo. No sabemos si Bayrou se va a presentar. No sabemos si los liberales tendrán que elegir entre Fillon, Bayrou, Valls o Macron. No sabemos lo que va a pasar en la izquierda. No sabemos qué va a hacer Jean-Luc Mélenchon.
Ni siquiera sabemos si Marine Le Pen llegará a la segunda vuelta. Considerar que la “suerte ya está echada” y que la segunda vuelta opondrá inevitablemente a Marine Le Pen y a François Fillon es, cuando menos, demasiado aventurado. Con cinco o seis meses de antelación, no se puede decir que ya está resulta ninguna elección presidencial.
¿Para Marine Le Pen es más peligrosa la elección presidencial con François Fillon que con Alain Juppé?
Suponiendo que esté presente en la segunda vuelta, Marine Le Pen probablemente hubiera preferido encontrarse frente a Juppé, o incluso frente a Sarkozy, Pero frente a Fillon, conserva todas sus posibilidades a condición de que utilice una buena táctica: por un lado, acusar a Fillon de sus posturas en materia de inmigración, y buscar la adhesión de los ex sarkozystas que no se reconocen en el programa del antiguo primer ministro, pero sobre todo dirigirse prioritariamente a las clases populares directamente amenazadas por el liberalismo empresarial de Fillon, centrándose también en hacer comprender a una izquierda hoy desorientada que no puede, en conciencia, votar por un ultraliberal que sólo sueña con reforzar la empresa del Capital, con aumentar la precariedad y el número de trabajadores en situación de pobreza.
El papel natural de Marine Le Pen es el de dirigirse a una Francia periférica que hoy se siente excluida y abandonada, que quiere contar con más policías, bomberos, enfermeros y maestros, que no quiere trabajar más para ganar menos, ni ver cómo se desmantelan los últimos mecanismos de protección social a los que todavía tiene acceso. Esta Francia periférica no se reconocerá jamás en un representante de la burguesía tradicional. Contra Fillon, el ultraliberal, el Front National sólo tiene que hacer una cosa: endurecer y amplificar imperativamente su crítica del liberalismo.


[1] Ley relativa al matrimonio homosexual. (N. d. T.)
[2] Anglicismo derivado el verbo “to bank. Es un término de la jerga cinematográfica que califica a alguien “relacionado con el dinero. (N. d. T.).
[3] La principal organización patronal. (N. d. T.)
[4] El CAC 40 (Cotation Assistée en Continu), que toma su nombre del primer sistema de automatización de la Bolsa de París. Es un índice bursátil. (N. d. T.)

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