Nicaragua

Hasta los crímenes de los últimos meses, pocos se atrevían a denunciar a ese narcoestado sandinista, dirigido por un patriarca en pleno y sangriento otoño, el infame Daniel Ortega.

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Nicaragua disfrutaba de un raro privilegio: nunca se decía nada de su mafia dirigente; hasta los crímenes de los últimos meses, pocos se atrevían a denunciar a ese narcoestado sandinista, dirigido por un patriarca en pleno y sangriento otoño, el infame Daniel Ortega. Este monstruo neroniano es a su vez gobernado por una tarasca hortera y ajada, Rosario Murillo, víbora promiscua y multípara, a la que sería ridículo comparar, como hacen algunos, con la hermosa y elegante Hope Portocarrero, la esposa de Tachito Somoza. Basta con verlas foto a foto. La cara es el espejo del alma, y la de Rosario es fea, muy fea. De jáncana rabúa, como dicen en mi tierra.

Daniel Ortega es una joyita: no sólo tiranizó y empobreció a una aterrada Nicaragua en los años ochenta, sino que hizo un clamoroso ridículo en las primeras elecciones libres de 1990, que se vio obligado a organizar por presiones de la comunidad internacional, una vez extinto el padrino soviético. Los expertos progres de El País y de Televisión Española nos garantizaban la inapelable victoria de los sandinistas por sus grandes avances sociales. Violeta Chamorro, con el 55% de los votos, dio la sorpresa y derrotó contra pronóstico a los tiranos aupados al poder por Cuba, Carlos Andrés Pérez, Omar Torrijos y la Teología de la Liberación. Tras la ducha de agua fría del sufragio libre, llegó el descubrimiento de asuntos que la prensa progresista había considerado necesario ocultar durante diez años, no fuera a ocurrir que se desprestigiase la buena causa. Entonces supimos de ejecuciones dignas de los escuadrones de la muerte en la Nicaragua "liberada" de 1979, aquella de los curas rojos y las canciones de Carlos Mejía Godoy, o las matanzas de indios miskitos, genuinos indígenas americanos, por los sicarios del ogro rojo Tomás Borge, asesino impune y poeta cursi. Entonces supimos que el gulag se había trasladado a América Central y que el premio Nadezhda Krúpskaya (sí, la barragana del genocida Lenin) de la Unesco –ese foco de radicalismo de izquierdas que infecta la ONU, ¿para cuándo una limpieza?– ocultaba una miseria y una opresión dignas de sus modelos cubanos, soviéticos y maoístas. Eso sí, con fantoches clericales siempre dispuestos a bendecir a hisopazos de crúor los crímenes de los cofrades guevaristas, véase al plúmbeo Ernesto Cardenal o al siniestro Miguel d´Escoto, el mólotov del tirano Ortega, recompensado por la ONU con la sinecura de la presidencia de la Asamblea General.

Adolfo Calero, Enrique Bermúdez Valera y otros veinte mil combatientes de la Contra lucharon contra esta mala imitación de la tiranía de los Castro. Vituperados por la prensa europea, anatematizados por la biempensancia internacional, fueron la fuerza decisiva para obligar a los tiranos marxistas de Managua a ceder y permitir unas elecciones libres en el país. De nada le sirvieron a Ortega y sus cuates once años de terror, hambre y lavado de cerebro: perdieron.

Linda pareja la que gobierna en Managua desde 2007, gracias a la nefasta oleada chavista, y que, sólo en esta semana, ha asesinado a quince estudiantes y herido a otros doscientos. Entre ellos y sus ocho hijos acaparan tantos negocios y propiedades que Ortega bien puede afirmar, y con mejores razones que Anastasio Somoza padre, que él sólo tiene una finca: Nicaragua. Como la Rumanía de los Ceausescu, como los Kim en Corea,[1] los Castro en Cuba o, en escala más pequeña, los Iglesias–Montero en España, los autócratas rojos saben cuidarse. Con los Ortega todo queda en familia, hasta los escándalos. Es curioso que las feminazis y las viragos del Me Too no se hayan rasgado las vestiduras con el caso de Zoilamérica Narváez, la hijastra de Ortega, que en 1998 denunció a su padrastro por abusos sexuales cuando era una niña de once años. La jueza Juana Méndez, hoy magistrada de la Corte Suprema del dictador, no enjuició a Ortega al dictaminar que el caso había prescrito, pero reconocía que delito hubo. A Zoilamérica las progres no le creen.

Singulares aliados que tiene Podemos, ¿verdad? Todo un ejemplo a seguir para las señoras Iglesias.



[1] No se confunda con otro Quim de Cataluña. (N. d. R.).

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