Liberalismo retroactivo

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Aquilino Duque
 
En un sector de la historiografía hay al parecer cierta polémica entre los que creen que Franco debió dejar el Poder al finalizar la Guerra Mundial y los que opinan que hizo muy bien en dar carácter vitalicio a su magistratura. También aquí me temo que se quiera hacer historia retroactiva.
 
La Historia es lo que sucedió; no lo que pudo haber sucedido, y lo que sucedió fue que en 1945 España estaba mucho peor de lo que estaba en 1936, pues a los estragos de la guerra civil vinieron a sumarse las penurias de la guerra mundial, y la vieja clase política en el exilio no recataba su afán de desquite, envalentonada como estaba con el rotundo triunfo soviético. La caída de Churchill y la subida de Attlee durante la Conferencia de Potsdam hizo concebir entre losvencidos esperanzas de las que fui testigo. La Guerra Fría frustró esas esperanzas, y Franco tuvo tiempo de no dar ocasión de que se le diera el pago que se le dio a Primo de Rivera. Lo más curioso es que, entre los que instaban al Caudillo a que se retirara de la escena política por las connotaciones “fascistas” de su Régimen, estaban los que más habían trabajado por uncir el destino de España a los destinos del Eje, crepúsculo wagneriano incluido. Debo decir que a dos de ellos me unió, en la última parte de sus vidas, una gran amistad: Dionisio Ridruejo y Ramón Serrano Súñer.
 
Aun habiéndome tenido por antifranquista durante gran parte de los años del “régimen anterior” –estuve en opinión de “rojelio” desde que entré en la Universidad hasta después del 68-, no soy de los que deploran que los españoles apoyaran a Franco como ahora apoyan a la democracia. En uno de los programas de Sánchez-Dragó, “El Faro de Alejandría”, en que se suponía que yo iba a argumentar contra la democracia, me granjeé el apoyo y la adhesión del recién desaparecido Gabriel Cisneros, uno de los que, como diría Quevedo, “engendraron a escote” la actual Constitución, cuando dije que ni la democracia ni la dictadura eran buenas o malas de por sí, sino que había dictaduras malas y buenas, lo mismo que había democracias buenas y malas, y que las malas se distinguían de las buenas en que tenían buena prensa.
 
Por otro lado, hay que reconocer que cada época tiene sus preferencias y sus necesidades, y la actual, que tiene sus necesidades cubiertas, al menos en el Primer Mundo, es la del auge del liberalismo capitalista. Yo no niego que el libre comercio sea lo mejor para el Occidente de hoy; lo que no me parece tan bien es que se le quiera dar carácter retroactivo. Los mismos economistas que hoy exaltan a Hayek y condenan a Keynes, hacían exactamente lo contrario hace medio siglo o menos. El hecho de que las doctrinas de Keynes no sirvan hoy no quiere decir que no fueran una solución en los años 30. Como quiera que también la derecha actual, por contagio de la izquierda, tiende a manipular la historia, he podido leer que lo que motivó la Gran Depresión no fue la crisis del capitalismo manchesteriano, sino el New Deal, un New Deal avant la lettre  atribuido a Herbert Hoover cuando era Secretario de Comercio del Presidente Coolidge. ¡Lo que hay que leer! Parodiando a Madame Rolland cabría decir: “¡Libertad, cuántos disparates se escriben en tu nombre!”.

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