Un clásico: uno de los artículos más leídos de "El Manifiesto"

Matar de hambre a un perro: la obra maestra del "arte" contemporáneo

Tal fue la obra de "arte" del "artista" de Costa Rica Guillermo Vargas Habacuc: recogió a un perro abandonado, lo ató a una cuerda en una galería de "arte" de Nicaragua y lo dejó morir de hambre y sed.

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La historia es escalofriante, aterradora. Y, sin embargo, lo peor de todo, con serlo y mucho, no es la brutalidad zafia de la muerte de ese animal que nos mira con ojos tristes. Lo más aterrador es que, al comentar los periódicos el asunto, se atrevieran a emitir la posibilidad de que tal zafiedad puede tener algo que ver con el arte.

Así, en El Universal de México, un tal Miguel Ceballos se interrogaba: «¿Repulsivo? ¿Asqueroso? ¿Patético? ¿Inmoral? ¿O simplemente arte?». La respuesta venía en el titular del artículo: «Cuando el arte es llevado al extremo».
 
Y luego la reacción multitudinaria, ardorosa, de unos dos millones de personas que en muy breve tiempo firmaron de una punta a otra del planeta un manifiesto clamando contra la masacre cometida.
 
¿Lo peor?… ¿No será lo mejor? ¿No es ésta una reacción altamente alentadora? Sí, por supuesto, resulta alentador que se alce una voz tan multitudinaria frente a la abyección. Pero lo que no es alentador, lo que agrava el asunto, es lo que dice —o, más exactamente, lo que no dice— una voz que, tanto en este manifiesto como en los miles de artículos, mensajes y protestas publicados en Internet, expresaba una sola cosa: una piedad sin límites por la muerte de un animal… y una indiferencia absoluta por la muerte del arte que de tal modo se consumaba.

 

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