Pero habrá que esperar un poco para hacerla

La carrera que yo habría querido hacer

Compartir en:


En las últimas décadas del siglo XX, el Occidente posmoderno barrió los últimos vestigios de la gran tradición universitaria que, procedente del mundo medieval, proporcionaba a los estudiantes una auténtica cultura general de carácter humanístico. Y no pocos de nuestros actuales problemas derivan precisamente de una anarquía intelectual que está relacionada con la práctica desaparición de lo que, en nuestra memoria colectiva, se vincula con el término “Filosofía y Letras”, así como con el más universal de “Humanidades”.

Relevantes intelectuales de nuestra época han llamado la atención sobre este preocupante estado de cosas: así, por ejemplo, Umberto Eco ha intentado recuperar, dentro de la Universidad de Bolonia, el viejo espíritu medieval de las Facultades de Artes; y, entre nosotros, el recordado Julián Marías insistía en la necesidad de que Occidente “volviera a la escuela”, que es tanto como recobrar el afán de aprendizaje de los escolásticos y su amor por los auctores de la Antigüedad. Y, en efecto, en una época de superficialidad y atomización de los saberes, cuando el especialismo extiende su nefasta influencia por doquier, resulta natural aspirar a una síntesis, a una unificación de las disciplinas que hoy, aisladas, conforman un archipiélago de islas cada vez más inconexas entre sí.
 
En la nueva cultura que nacerá de las ruinas de una sociedad –la actual– cuyo modelo está agotado, una de las instituciones que deberían surgir sería una carrera universitaria de Humanidades que impugnase esa fragmentación de los saberes y reintegrase al conocimiento en su antigua dignidad, hoy pisoteada por la barbarie de la simple información. Tal carrera podría cursarse en cuatro años, a razón de cuatro materias por curso, y contener las siguientes asignaturas:
 
1-Filosofía.
2-Historia de la Filosofía.
3-Historia Universal.
4-Literatura Universal.
5-Historia de las Religiones.
6-Historia de las Ciencias.
7-Historia de la Cultura.
8-Historia del Arte.
9-Simbología.
10-Historia del Esoterismo.
11-Historia de la Cosmología.
12-Historia del Cine.
13-Historia de la Música.
14-Historia de la Iglesia.
15-Historia cultural del siglo XX.
16-Filología y Etimología.
 
Por supuesto, se trata de una selección de asignaturas matizable: podríamos pensar también en otras como Mitología Universal, Etnología y Folklore o Antropología Filosófica. Sin embargo, no sería difícil incluir en las dieciséis materias propuestas todos los contenidos culturales que el profesorado considerase relevantes. Así, por ejemplo, las cuestiones etnológicas y folklóricas podrían tener acogida en Historia de la Cultura.
 
En cuanto a la organización práctica de la carrera, se establecerían cuatro horas de clases diarias, cuatro días a la semana, de lunes a jueves. El viernes por la mañana quedaría para debates, proyecciones, cinefórums, conferencias, etc.
 
Lógicamente, una carrera así sería imposible si los profesores que dan clase en ella no forman una auténtica comunidad, en torno a unas intensas convicciones espirituales. Y, al menos idealmente, habría que aspirar a que todos esos profesores pudieran impartir cualquier asignatura; y sería recomendable que, de hecho, rotasen cada cierto tiempo, aunque tuviesen una que fuera de su preferencia y se encargasen de ella con más frecuencia que de otras. Porque, si la finalidad de esta carrera de Humanidades es proporcionar una gran cultura general humanística, una síntesis del saber que supere todos los dañinos particularismos de hoy, ¿no sería lógico que los profesores diesen ejemplo y demostrasen estar en posesión –o trabajar sin descanso por acercarse a estarlo- de aquello que propugnan como ideal?
 
Habría que hacer otras muchas consideraciones para explicar en detalle la naturaleza, finalidad, organización concreta y utilidad social de esta futura carrera de Humanidades. No las voy a hacer en este momento: me contento simplemente con plantear la idea. Sin embargo, apuntaré al menos un requisito que me parece esencial: que la carrera se concibiera de manera conjunta y unitaria, con la colaboración constante de todos los profesores, de manera que las asignaturas sólo sirvieran como principio organizativo, y no estableciesen –como sucede hoy- compartimentos estancos y opacos entre los que tiende a haber un grado mínimo de comunicación.
 
Cuando, allá por 1984, terminé el Bachillerato, cursé Derecho en atención a consideraciones de orden práctico. Ahora bien: si hubiera existido una carrera de Humanidades como la que describo, la habría elegido. Sin pensármelo dos veces y sin lugar a dudas.

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar