Y la llamaron la "Ciudad del Medio Ambiente"

Soria: 52 millones tirados. Y el medio ambiente destruido

Paseamos por una pista asfaltada de varios kilómetros en mitad de la nada.

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Si no fuera porque hay un pastor que deja comer tranquilamente a las ovejas en este soto, si no fuera porque los milanos que se cruzan tienen dos alas y no tres, y un solo pico, uno creería que a ocho kilómetros de Soria se trató de levantar un Chernobyl. Que un día estalló algo inesperado y todo el mundo se fue dejando a medias una ciudad que iba a tener más de 500 hectáreas.
Un Chernobyl inocuo. Un Chernobyl sin explosión nuclear. Un Chernobyl sin muertos.
O con muchos. Eso depende de cómo se mire y del significado de la palabra muerto.
–¿Y viene mucha gente al pueblo?
–Hace cinco años apostamos por la mierda ésta. Y montamos este negocio en Garray –cuenta Ana Modrego, dueña de La Posada de Numancia, aspiradora en la mano–. Ahora debo 100.000 euros. Pierdo dinero cada mes. Estoy muerta.
El fantasma de hormigón blanco se yergue a ocho kilómetros de Soria, en el término municipal de Garray (400 habitantes), en medio de un monte calificado de especial interés paisajístico a sólo 300 metros del río Duero y en un enclave con sello propio: por ejemplo, la mayor concentración de cigüeñas de la provincia; por ejemplo, el mayor de los escarnios perpetrado con dinero público que se recuerda en la comarca: 52 millones de euros pulidos en este pelotazo de dimensiones atómicas.
La paradoja es que la hoy espectral Ciudad del Medio Ambiente de Soria –que iba a ser un Silicon Valley mesetario y audaz, blasón en defensa de la naturaleza– terminó enclavada en un espacio protegido donde no se había puesto ni un solo ladrillo. Entre garduñas y flora silvestre, en 2010 se colocó la primera piedra. Comenzaron luego las termitas de las retroexcavadoras. El resto ya lo ven.
Aquí –en las 500 hectáreas de terreno que equivalen a 500 campos de fútbol– iba a haber instalaciones de tecnología punta. Aquí habría viviendas de lujo con su vitola de renovables. Aquí estaría obligado el uso del coche eléctrico. Aquí edificarían unos centros deportivos la mar de integrados. Y cómo no, una escuela nacional de equitación. Y por qué no, un parque fluvial y lacustre. Por haber habría hasta un polígono industrial... Todo bajo la mirada de ese ojo de Sauron que eran las cúpulas de la energía. Hoy tuertas, qué se le va a hacer.
"En este lugar hay fresnos que ni cinco personas juntas abarcarían, bosques de abedules increíbles, cerca de 200 aves distintas catalogadas", enumera Carlos González, de la Asociación Soriana para la Defensa y Estudio de la Naturaleza, que se llena las botas de barro y abre un plano encima de un promontorio.
"Aquí iban a ir casas", dice apuntando con el índice.
"Y aquí, aparcamientos".
"Pero el daño que le han hecho al soto es irreparable", prosigue. "Han desviado el Arroyo de la Vega con lo construido, los canales naturales de desbordamiento del Duero se están desecando, dado que cortaron el paso de forma artificial. El colmo es que hicieron todo esto en una zona inundable. Y en 2013 el agua del Duero llegó a medio metro de las cúpulas".
Todas las ambiciones sofisticadas de futuro han apisonado el presente. Como hace el rodillo con la masa del pan.
Paseamos por una pista asfaltada de varios kilómetros en mitad de la nada. Nos metemos a uno de los tres garajes abandonados de la ciudad, a modo de gigantescas naves de cemento pulido –con sus ventanales de lamas giratorias, con sus interruptores de la luz esperando ser pulsados, con su inexorable vacío–. Y uno imagina que acabará topándose con aquella escena de El planeta de los simios: la imagen de la Estatua de la Libertad semienterrada en cualquier parte. Como si esto no fuera real ni posible.
El proyecto que la Junta de Castilla y León acometió con dinero público es hoy un inmenso osario paralizado por el Constitucional. En la foto fija –atrapados en ella– queda gente como Ana Modrego. Que sigue con la aspiradora en la mano e insiste: "Los políticos nos han llevado a esta ruina. Éramos cuatro empleados y ahora estamos sólo mi marido y yo. Tengo 45 años y me gustaría tener hijos. Pero quién se atreve".
No se ve ni rastro de las 3.000 o 4.000 personas que iba a albergar el proyecto, pero en la puerta del restaurante Casa Abel de Garray hablamos con un vecino de Canredondo, a cuyo pueblo le expropiaron 90 hectáreas para mayor gloria del ogro que ya no tiene dientes.
–¿Y qué hacemos con eso ahora, jefe?
–No las tiremos abajo, no las derribemos –sostiene Juan Antonio, que apunta con la barbilla hacia donde debe de caer la Ciudad del Medio Ambiente–. No nos jodamos más. Vamos a darle una utilidad. ¿Vale para un palomar? Pues hagamos un palomar. ¿Vale para un caseto? Pues hagamos un caseto. ¿Que hay que meter a 10 a la cárcel? Pues metámoslos.

CIUDAD DEL MEDIO AMBIENTE DE SORIA
COSTE: 52 millones de euros. ORIGEN: Las Cortes de Castilla y León aprobaron el proyecto en 2005. La primera piedra se colocó en 2010. DESARROLLO: La Junta de Castilla y León (PP) compró más de 300 hectáreas por seis millones de euros y algo más de 200 hectáreas a Caja Duero por 3,8 millones. SITUACIÓN ACTUAL: Paralizado por el Constitucional en 2013 después de un recurso de diputados del PSOE. El tribunal considera que la norma creada para sacar adelante el proyecto es ilegal. Del plan inicial sólo quedan una estructura a medio construir, una estación depuradora de aguas residuales y una planta térmica de biomasa.
 
© El Mundo
 

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