Y el camarada Dugin se metió con Argentina

La supuesta "humorada" de Dugin apoyando a su amigo Parvulesco, el "Rey de la Patagonia", ha caído como un balde de agua fría.

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La supuesta “humorada” de Dugin apoyando a su amigo Parvulesco, el “Rey de la Patagonia”, ha caído como un balde de agua fría. Todos sabemos lo que pasa en la Patagonia y lo que puede pasar en breve, pero lo de Dugin ya es demasiado como “chiste”. No tanto para mí que no adhiero a teorías cuartas ni quintas, ni tampoco espero salvadores providenciales que responden sólo a sí mismos (y es lógico: ¿a quién responde un imperio sino a sí mismo?), pero sí lo ha sido para los ideólogos de siempre.
No quedó muy claro la verdad cómo una persona tan versada en geopolítica, pueda tomarse a broma temas tan serios como la soberanía de un país que se supone amigo, o cómo no sabe quiénes son los peones del indigenismo y cómo se “instalan” públicamente algunas cosas. Lo cierto es que cuando hablamos de la Patagonia, todas las conspiraciones son ciertas y nos queda nada más ver quiénes son los que se sientan al banquete. Un banquete sin argentinos, por cierto, ya que en población y poder a los argentinos de hoy sólo nos resta dedicarnos a rezar.
El modo como cada uno ponga los pies en el futuro en lo que alguna vez fue territorio argentino (y quizá lo siga siendo nominalmente, si eso conviene a los poderosos) es algo que todavía no sabemos bien. Siempre fue la Patagonia un territorio subrepticiamente internacionalizado, desde que la corona británica nunca dejó de tener en él grandes extensiones; pero hoy ya está todo fuera de control porque son muchos más los invitados. Y no tiene sentido hablar de tal o cual conspiración, porque como dije antes: todas son ciertas. Se puede llamar “inversiones” positivas a cualquier cosa y las etiquetas conspirativas caerán a los pies del desarrollo económico. Además, nunca pasan las cosas en la forma como dicen los manuales de los conspirólogos, pero finalmente pasan.
Lo que hace falta, es terminar de licuar eso que alguna vez fue un gran país y enturbiar cada vez más el escenario político. En tal sentido el rey y ciertos círculos internacionales, que conocen y necesitan más a los mapuches que a los criollos, aportan lo suyo. Rusia es Rusia y hace lo que siempre ha hecho, pero ahora sin el límite del comunismo, de modo que la santa Rusia, el neobolchevismo o el rey de la Patagonia: todo suma si hace falta. Casualmente parece que cuando se acordó dar ebtrada a la señal televisiva de “Rusia Hoy” a la Argentina, como parte de los acuerdos con el actual gobierno, ciertas denuncias sobre la entrega de la Patagonia dejaron de aparecer en ese medio de comunicación. Acuerdos son acuerdos y negocios son negocios.
Las leyes de la geopolítica son inflexibles: los espacios territoriales y los vacíos de poder alguien los ocupa. Que los rusos quieran sentarse a la mesa parece algo bastante de esperar, ya que allí se sientan los poderosos y ellos lo son. Quizá ahora que ya entraron, Dugin se olvide de su amigo el rey, que es funcional a unos intereses multinacionales de los cuales todos los poderosos forman parte, y también Dugin como es lógico, porque es un buen soldado de su admirable y poderosa patria, si es que quedan patrias detrás de la economía global.
Sólo espero que cuando la Patagonia ya no sea Argentina, pueda yo estar viviendo una austera vejez en las desiertas regiones castellanas, para cambiar de desierto y retornar al atávico sitio donde nuestra gran geopolítica alguna vez comenzó. Quizá me haga bien cambiar de vacío y caminar por tierras de antiguas glorias.

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