De ETA a BILDU: las pieles de la serpiente

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Autor de varios libros, Fernando José Vaquero Oroquieta ha publicado recientemente su nuevo libro De ETA a EH Bildu. Las pieles de la serpiente (Ediciones Pompaelo, 2023). Se trata del segundo tomo de su proyecto titulado El nacionalismo vasco contra Navarra, siendo el primero Biografía no autorizada del PNV (Ediciones Pompaelo, 2022). El tercer volumen se dedicará específicamente a la cuestión política e ideológica del vasquismo en Navarra. Entrevista realizada por Jesús Sebastián-Lorente sobre el nacionalismo vasco y el movimiento identitario.


El nacionalismo vasco, ¿es un movimiento netamente identitario?

Realmente es una cuestión muy compleja, pero, entiendo, nuclear en cualquier intento serio de comprensión de la naturaleza de este movimiento político.

El nacionalismo vasco nació a finales del siglo XIX en una Vizcaya tradicionalista confrontada con una rápida y profunda industrialización, la emigración económica desde el resto de España y el impacto de las ideologías modernas: nacionalismos románticos, liberalismo, marxismo. Tengamos presente la entonces pujante Doctrina Social de la Iglesia que incluso apuntaba a una “tercera vía”. Nació integrista, pero muy pronto enlazó con los intereses comerciales de algunas de las familias liberales más poderosas de la región (los grandes navieros de la Sota, etc.). Ya en la Segunda República, de aliarse fugazmente con el tradicionalismo, en un intento de conseguir una autonomía para Vascongadas y Navarra, que fracasó muy pronto, se situó en un “centro político” al margen de los dos grandes bloques. Poco antes de los inicios de la Guerra Civil apoyó a los partidos del Frente Popular en algunas de las maniobras que alumbraron el conflicto, por ejemplo la sustitución del presidente de la República, el republicano conservador Niceto Alcalá-Zamora. El PNV, que había sufrido en 1930 una pequeño escisión republicana, laicista y no confesional, Acción Nacionalista Vasca (sigla recuperada por ETA décadas después en un intento de sortear la ilegalización de Herri Batasuna), arrancó en la excepcionalidad de los inicios de la Guerra Civil una Autonomía Vasca en Guipúzcoa y Vizcaya por unos pocos meses, un Gobierno Vasco y un Ejército Gudari cuya legitimidad se arrogaría el grupo de jóvenes que en 1952 que formaría Ekin en un intento de relanzar un agonizante y desmovilizado nacionalismo vasco derrotado en el contexto de la posguerra mundial y la política de bloques. Más tarde se denominaría ETA, origen de toda la izquierda abertzale…

 

Entonces, ¿aseguras que el nacionalismo no es un movimiento de derechas?

No y desde hace muchos años. Es un movimiento transversal. Originariamente católico, se despegaría del mismo progresivamente, a la vez que el catolicismo perdía pie en esos territorios al albur del Vaticano II, una rápida y profunda secularización y el impacto de las nuevas ideologías: el marxismo- leninismo, el ecologismo, el feminismo, la agenda LGTBQ+. Así, el PNV, quien sería uno de los impulsores de la Democracia Cristiana a nivel mundial en sus inicios, terminaría, recientemente, en las filas del Partido Demócrata Europeo, federalista y social-progresista. Pionero en la aplicación de la agenda LGTBQ+, el PNV apenas se remite a una visión trascendental de la vida nominal, pero sin ninguna referencia al catolicismo o a ninguna espiritualidad de raíz cristiana. La izquierda abertzale de ETA, por su parte, transitaría del progresismo pseudoeclesiástico de los orígenes a un marxismo-leninismo táctico que integraría en la teoría del “pueblo trabajador vasco”, “organización-movimiento” y finalmente, “nacionalismo revolucionario” de Krutwig y la tercera y quinta asambleas de ETA. EH Bildu, enésima expresión-fachada política de esa izquierda abertzale de ETA, es hoy día un proyecto feminista, ecosocialista de pretensiones hegemónicas que puede desbancar a corto plazo al PNV como partido referencial del nacionalismo vasco.

 

¿Qué une a estos nacionalismos aparentemente un tanto alejados entre sí?

Pues el nacionalismo vasco en sí, con todo lo que conlleva de voluntarismo, constructivismo, victimismo y ciertas expresiones que podríamos calificar de populistas. Y sobre todo, la implantación del euskera en todas las dimensiones de la vida pública y privada de estos territorios. En su dimensión práctica: la eliminación de cualquier imaginario “español” del imaginario colectivo.

 

¿Son movimientos identitarios?

Sí, aunque no suelen servirse de este término que tanto se viene empleando y que alberga matices muy diversos según el analista o escuela que lo emplee. Son nacionalistas, antes que nada, de modo que se remiten a una identidad individual y colectiva que, mítica o en construcción, es columna vertebral de toda su cosmovisión. Una construcción doctrinaria de deriva totalitaria, pues pretende determinar toda la realidad pública de los vascos y vascas desde una estructura estatal propia y una hegemonía cultural igualmente absoluta. Sus motores son el odio a lo español y el victimismo. Frente a la identidad, la cultura, la historia y el sentimiento de pertenencia españoles, edifican, para eliminarlos por completo en estos territorios y de la mente de sus ciudadanos, una identidad colectiva con sus mitos fundadores, su historia adaptada al discurso ideológico, los movimiento políticos calculados siempre en perspectiva de conquista y consolidación de espacios colectivos y públicos a largo plazo. En este contexto ETA optó por el terrorismo, como una táctica rentable desde una perspectiva de coste/beneficio, hasta que su derrota policial y el cambio de paradigma mundial, a raíz del impacto de los atentados yihadistas, les llevó a una opción táctica por la paz y las vías democráticas. Por supuesto, democracia no significa lo mismo en el resto de España que para la izquierda abertzale de ETA. Para estos últimos, democracia es todo lo que impulse la “construcción nacional vasca”. De ahí sus contradicciones y ambigüedades ante su empleo de la violencia política, de la que el terrorismo fue su expresión más dura, pero no la única. También comparten su alejamiento ante todo lo que pueda significar “nacional-populismos” de derecha, por entendernos. El PNV por su progresismo afín a occitanos, bretones, corsos de la que denominan “Europa de los pueblos” frente a los actuales estados-nación. La izquierda abertzale de ETA defiende, por su parte, una fascinante simbiosis de las liberaciones nacionales y sociales, la cuadratura del círculo nacionalismo/internacionalismo.

 

Populismo, identidad… ¿no son conceptos antagónicos del multiculturalismo, la mundialización, la sustitución de poblaciones europeas...?

Es la contradicción propia de la modernidad: esa voluntad de conciliación de los contrarios en sus expresiones filosóficas, vitales, políticas y culturales. Es una contradicción, sin duda. Hoy pretenden conciliar las olas mayormente individualistas de la posmodernidad con la continuidad cultural propia desde la implantación del euskera y de sus mitos y lugares culturales propios. Ambas tendencias nacionalistas trabajan mucho en la práctica por integrar a las minorías étnico-culturales alógenas: el PNV desde los resortes del Estado de bienestar, la izquierda abertzale desde las “reivindicaciones populares”. Ambos han hecho propias las exigencias de los “nuevos derechos subjetivas” y de las “nuevas minorías” desde el nacionalismo y la “visión de país”. Y siempre mano a mano frente a cualquier brote “xenófobo” ante situaciones recurrentes de delincuencia de individuos “marginales”.

 

Cuando hablas del mundo abertzale lo llamas “izquierda abertzale de ETA”. ¿Son lo mismo? ETA, ¿no ha desaparecido?

ETA culmina táctica y estratégicamente en el partido Sortu y la coalición EH Bildu. Sortu y EH Bildu son incomprensibles sin ETA. De 7800 activistas que pasaron por ETA, según el cálculo de Mikel Buesa, su inmensa mayoría participaron antes, durante o después, en las diversas expresiones partidarias abertzales o en sus movimientos sectoriales. De todo ello hablo en mi reciente libro, y seguiré haciéndolo al centrarme en la expansión panvasquista en Navarra.

 

Panvasquismo, dices… Recuerda un poco al pangermanismo, ¿no?

Por supuesto. Ambos nacen en la Europa romántica del XIX con un pie en el idioma y otro en la edificación nacional y estatal. Aquel mapa de las SS que contemplaba, en una hipotética Europa de las etnias, un espacio para todos los vascos de una España y Francia en deconstrucción frente al gigante germano, tiene una asombrosa continuidad en la Europa que defienden los nacionalistas vascos en un contexto histórico totalmente diferente. Pero mientras el pangermanismo, el movimiento bretón, etc., fueron derrotados y demonizados, los jeltzales del PNV blanquearon sus episodios de colaboración y contacto con los alemanes en un ejercicio de funambulismo político espectacular gracias al apoyo que tuvieron durante décadas desde el Vaticano y a la opción antifascista de ETA y sus herederos.

 

De ETA a EH BILDU. Las pieles de la serpiente, de
Fernando José Vaquero Oroquiet. Más información aquí.


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