Año nuevo, Cataluña nueva

¡Viva Tabarnia, libre y española!

Pagando a los secesionistas con su misma moneda, lo que hace el proyecto Tabarnia es segar simple y llanamente la hierba bajo sus pies. No va a quedar ni una brizna.

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Todo empezó como una broma, grandiosa, desopilante. Seguro que hasta los independentistas se reían de la gracia. “Mira, mira, amb què surten ara els putos espanyols! Ja, ja, ja”. Ahora, en cambio, ya están empezando a ponerse nerviosos.

Aunque ya casi todo el mundo sabe en España qué es eso de Tabarnia, bueno será recordarlo, sobre todo para nuestros amigos del otro lado del Atlántico, los cuales, dicho sea de paso, están siguiendo cada vez más en mayor número este periódico. Y ello, pese a toda la tabarra que les estamos dando con la cuestión del secesionismo catalán.

Como se puede ver en el mapa, Tabarnia es el conjunto de la principal parte de las provincias de Tarragona y Barcelona, incluida por supuesto la capital (de ahí el acrónimo), un conjunto de diez comarcas que se caracterizan por tres pequeños detalles: son la parte más poblada, la más rica y productiva y la más decididamente española de Cataluña. Las cifras son rotundas: 5.612.802 son los habitantes de Tabarnia, frente a los 1.828.374 del resto de Cataluña (la Cataluña rural, a la que se conoce en broma con el nombre de Catatonia). En las elecciones del pasado 21 de diciembre el voto de los tabarneses (gentilicio que, por cierto, la Real Academia Española de la Lengua ya ha aprobado) fue a parar mayoritariamente a los partidos unionistas, y muy en particular a Ciudadanos.

Con tales datos en la mano, un pequeño grupo de gente se puso, desde 2012, a darle vueltas al asunto que ahora ha estallado con la desbordante fuerza con la que irrumpe la historia cuando se ponen a rugir los generalmente apagados, herrumbrosos engranajes del mundo. “Tabarnia” ya ha sido trending topic mundial en Twitter, las Redes Sociales se han desbordado (sin Internet nada de esto sería posible) y 200.000 catalanes ya hemos firmado una solicitud en favor del más novedoso, original… y maquiavélico de los proyectos: el consistente en que, separándose del resto de Cataluña —pero en absoluto de España—, Tabarnia constituya una nueva Comunidad Autónoma dentro del Reino.

Los independentistas, ¿no querían tanto el derecho a decidir? ¡Pues ahí lo tienen! Un derecho a decidir que, en este caso, es totalmente legal y cuyo objetivo —la remodelación de una entidad administrativa— está claramente contemplado en el artículo 144 de la Constitución. Un derecho a decidir que, pagando a los secesionistas con su misma moneda, lo que hace es segar simple y llanamente la hierba bajo sus pies. No va a quedar ni una brizna. ¿Qué podrán hacer el día en que —así lo quieran los dioses— Tabarnia se independice de la plaga independentista? Perdida la capital —la joya de la corona—, privados de la parte simbólica y económicamente más importante de Cataluña, reducidos a sus despojos —despojos cuyos paisajes, es cierto, son de una belleza sublime, y se me parte el corazón por tener que abandonárselos—, ¿qué podrían hacer entonces los separatistas? ¿Seguir encenegando hasta el fin de los días la sola Cataluña rural que les es adicta? ¡Ridículo! No les quedaría más remedio que arrojar la toalla.

Sí, es cierto, desde el punto de los principios todo esto es una completa aberración. Tienen razón los amigos de Somatemps: desde el punto de vista tanto histórico como identitario, el proyecto Tabarnia carece de toda base, de toda justificación. Olvidan, sin embargo, que aquí estamos en política y no discutiendo de principios teóricos o éticos. Por supuesto que Tabarnia no es en absoluto la solución ideal. Lo es tanto menos cuanto que la configuración del nuevo régimen autonómico sería acendradamente liberalo-individualista e inmigracionista-globalista —exactamente igual, desde este punto de vista, que bajo los independentistas. Sí, es cierto, Tabarnia no es la solución ideal, pero es la única posible. Y la política, amigos, es ese arte de lo posible (ya lo explicaba un cierto Maquiavelo) en el que resulta aberrante —suicida, en realidad— proclamar grandes objetivos cuando se carece de toda posibilidad de ponerlos en práctica.

Una de dos, que aquí no hay tres. O bien la solución Tabarnia, la única que puede conseguir, frente a la Cataluña adusta y cerril, una Barcelona y una Tarragona jubilosas, alegres, rompedoras, españolas, taurinas, libertinas... (cosa, esta última, que es la negación misma de la cutrez grosera y vulgar que predican y practican las nenas y nenes de la CUP). O bien, si no se acepta Tabarnia, seguir con lo mismo y los mismos. Con el mismo cáncer. Hasta que haga metástasis. Hasta que acabe con Cataluña —y con España. Sí, ya sé, otra solución sería deseable: aplicar a fondo, dejándose de tibiezas, todas las posibilidades que ofrece el Estado de derecho. Y puesto que los secesionistas han roto sobradamente la baraja, no permitirles seguir jugando al mismo juego y haciendo las mismas trampas; ponerlos ahí donde ellos mismos se han puesto: fuera de la ley. Tanto a ellos mismos como a sus medios: a sus TV3, a sus radios, a sus escuelas… Pero eso, desengañémonos, ningún “constitucionalista” tiene la menor intención de hacerlo, y eso jamás se hará.

Hablando de “constitucionalistas”, ¿cómo van a reaccionar ante el fenómeno Tabarnia? La pregunta es crucial porque es ahí donde todo se va a jugar. O bien apoyan y juegan el juego tabarnés, o de lo contrario… De momento, el PP y el PSOE no han dicho esta boca es mía. Ciudadanos, en cambio, sí se ha manifestado: sin apoyar abiertamente el proyecto (hubiese sido, desde luego, prematuro), pero sin criticarlo tampoco en modo alguno. Así reza el tweet que envió Inés Arrimadas: “Lo de Tabarnia es una ocurrencia que pone al independentismo ante el espejo de sus propias contradicciones y de la fragilidad de sus argumentos. Es muy significativo lo nerviosos que se han puesto algunos.”

Y, mientras tanto, pese a que ya se celebraron las elecciones catalanas, pese a que el procés está de momento liquidado, pese a que la cuestión catalana ha dejado de ser la principal por no decir la única cuestión de la actualidad, pese a todo ello la bandera española sigue izada, ondeando en un extraordinario número de ventanas y balcones de Madrid.

Habrá pronto que colgar a su lado, solidariamente, la bandera de Tabarnia. Ésta.

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