Modernos y progres, los verdaderos catetos

El progre y el moderno son, en realidad, unos catetos disfrazados de lagarterana.

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La ciudad húngara de Székesfehérvár ha sido descartada por la UE como próxima capital cultural de Europa debido a que en el vídeo prmocional se muestra "un lugar demasiado blanco y cristiano".

¡Oh! ¡Qué horror! Una ciudad del centro de Europa está habitada por gente "blanca y cristiana". Desde luego, eso es intolerable. Ni siquiera tiene "un toque de color", y no se muestra ni una triste mezquita, ni una triste sinagoga o pagoda, o ashram o templo satánico. No se ve a un grupo de negros tocando los bongos como en el parque del Retiro de Madrid, rompiendo la paz.

¡Qué bonito e interesante es el mundo! Viajas y conoces tribus de negros animistas en el África profunda, esquimales en el Ártico, árabes bebiendo té y fumando narguile en cafés del Norte de África, incas en los Andes, tibetanos budistas en el Himalaya, hinduistas bañándose en el Ganges en la India, judíos ortodoxos en Jerusalén y judíos liberales en Tel Aviv. Y también gente blanca y cristiana en el centro de Europa.

Hay rednecks en Alabama, hay undergrounds en Manhattan, hay existencialistas (o había) en París, hay (o había) dolce vita en Roma, hay clubes de jazz en Nueva Orleans, hay travestis en Chueca, hay gente muy homófoba en Serbia (más que en Rusia), hay jipis (o había) en Ibiza, hay prostitutas en la Costa Fleming de Madrid y señoritas del Opus en Barbastro, hay calma provinciana en las ciudades pequeñas y hay agitación en la gran ciudad.

El mundo es una caja de bombones.

Nunca se vio que la gente conservadora de provincias quisiera jamás "salvar" a la gran ciudad de su libertinaje y de su multiculturalidad. Muy al contrario: a la gente conservadora de provincias le encantaba hacer una escapada a la gran ciudad de cuando en cuando y zambullirse por un rato en toda aquella "perdición", visitar alguna exposición de arte moderno, además de ir a comer a algún restaurante chino después de ver el desfile de carrozas de los "mariquitas", que son muy graciosos, más tarde ir a un cabaret a tomar unas copas y ver unas varietés y al días siguiente volver a casa. 

Pero hete aquí que a un sector de la gente de la gran ciudad se le metió entre ceja y ceja que provincias tenía que ser también "multicultural", "LGTBI" y "laica". ¿Como podían dejar a esos catetos sin tanto bien?

Entonces surgió la Santa Alianza entre el "progresista" y el "moderno" y decidieron que el espíritu que anima a la gran ciudad debería anegar la plácida vida provinciana. Esto podemos verlo con claridad en la película Chocolat (2000) de Lasse Halström, con la forastera liberada entre las liberadas, interpretada por Juliette Binoche, y el forastero, el beatnik, interpretado por Johnny Depp. El filme está ambientado en la douce France de los años 50.

Nótese que digo "progre" o "moderno" y no "libertino", porque el libertino es un ser mucho más respetuoso. El libertino es un hombre de mundo, un verdadero cosmopolita. Es como el vizconde de Valmont, que frecuenta los burdeles en París y mantiene la reverencia ante las iglesias de Champs-sur-Marne. Por cierto, que en París también hay iglesias y en los pueblos siempre ha habido una casa de putas, de toda la vida. Pero los pueblos nunca han sido Las Vegas y las grandes ciudades nunca han sido Lourdes. Ni falta que les hacía, respectivamente.

El progre y el moderno son, en realidad, unos catetos disfrazados de lagarterana.

Tan estrecho de mente y temeroso es el progre/moderno que se siente incapaz de lidiar con la diversidad del mundo, y necesita reducirlo todo a una nada impersonal y aséptica, utilizando la táctica de mezclar todos los colores para llegar al "arcoiris" que él llama "multiculturalidad". Lo cierto es que, a medio plazo, a lo que se llega es a un caos, a un mundo Mad Max y, finalmente, a la islamización, en la que todos los progres y modernos serán deglutidos (la Revolución devora a sus hijos) y linchados. Y entonces será el llanto y crujir de dientes (Lucas 13:28).

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