Dos Américas: la que detestamos y la que amamos (I)

Estados Unidos: la expresión suprema del mundo materialista y vulgar al que combatimos, al que detestamos. Y que Europa —reconozcámoslo— ha hecho desgraciadamente suyo. Del papel jugado por Estados Unidos, y de su empeño por expandir el "american way of life" al orbe entero —empeño que al menos Europa no comparte— nos habla Alain de Benoist en esta primera entrevista.Pero así como la modernidad tiene dos caras, también América tiene otro rostro: el que amamos. De él nos habla el mismo autor en otro artículo que publicamos mañana.

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Después de la caída del Muro de Berlín, los Estados Unidos se han convertido en una "hiperpotencia". ¿Qué queda de aquella poderosa nación, perdida hoy entre crisis financieras y guerras irregulares?
El debate sobre la "decadencia de Estados Unidos" fue lanzado en la propia Norteamérica a finales de 1980 por Paul Kennedy, cuyo libro Auge y caída de las grandes potencias, ahora es famoso en el mundo entero.Muchos de los que comparten su punto de vista razonan desde el adagio de que "todos los imperios perecen". Los Estados Unidos no han creado, sin embargo, ningún verdadero imperio, sino una zona de influencia, lo cual no es lo mismo. Se trata de una zona de influencia en la que a los aliados se les considera vasallos, y a los enemigos, figuras del mal (el último de ellos, Vladimir Putin).En los últimos años, dicha teoría ha recibido un cierto crédito por cosas como el auge de los mercados emergentes, empezando por China; el catastrófico balance de las guerras de Irak y Afganistán; el debilitamiento del sistema del dólar, ahora abiertamente desafiado por los chinos y los rusos; la acumulación de déficits, a partir de Reagan, a una escala nunca vista anteriormente; y hasta los datos demográficos (la población de origen europeo ya representa una minoría de los nacimientos.Dicho esto, los Estados Unidos siguen siendo la primera potencia mundial, sobre todo porque la globalización crea un ambiente propicio para el desarrollo de su "entorno de poder blando", teorizado en 1990 por Joseph Nye en Bound to Lead.
 
El hecho de que Estados Unidos sea la única nación del mundo que ha surgido como consecuencia de un genocidio, ¿puede ello explicar su muy particular psicología y la idea de que algunos estadounidenses pueden hacerse de su "destino particular"?
Más bien me parece que es esta psicología, por el contrario, la que explica el exterminio sistemático de los indios.La mentalidad norteamericana se caracteriza por una concepción económica y comercial del mundo, por la omnipresencia de los valores bíblicos y por el optimismo técnico.Los Estados Unidos tienen una historia corta, que se funde con la modernidad; la civilización norteamericana es una civilización que se desarrolla en el espacio, no en el tiempo. Durante su breve historia, Estados Unidos ha sido una gran modelo político, prácticamente sin cambios desde el principio —de ahí su conformismo: ya en 1925 Céline hablaba de lo "abrumadoramente chato que es el espíritu norteamericano".El pensamiento de los Padres de la Patria se inspira en gran parte en la Ilustración, que implica el contractualismo, el lenguaje de los derechos y la creencia en el progreso.Christopher Lasch ha dicho con razón que "en Estados Unidos la eliminación de las  raíces siempre se ha visto como un requisito previo para el incremento de las libertades."Los Estados Unidos nacieron de un deseo de romper con Europa.Tocqueville escribió que "las pasiones que agitan a los norteamericanos son pasiones comerciales, no pasiones políticas. Traspasan a la política los hábitos del negocio"."La democracia en América" es el imperio de la oligarquía financiera.
Pero los primeros emigrantes pretendían crear una nueva sociedad susceptible de regenerar al conjunto de la humanidad.Querían fundar una nueva Tierra Prometida que pudiera convertirse en el modelo de una República universal.Este tema bíblico que se halla en el corazón del pensamiento puritano, se reitera como un auténtico leitmotiv a lo largo de toda la historia de Estados Unidos.Es el fundamento de la "religión civil" y del "excepcionalismo" norteamericanos. Ya en 1823 James Monroe colocó bajo el signo de la Providencia la primera doctrina americana sobre política exterior. Intervencionistas o aislacionistaa, casi todos sus sucesores adoptarán el mismo enfoque.Y es también la teología puritana del "Covenant" lo que inspira la doctrina del "destino manifiesto"enunciada por John O´Sullivan en 1839: "La nación por excelencia está destinada a manifestar a la humanidad la excelencia de los principios divinos. [...] Es por esta divina misión respecto a las naciones del mundo […] por lo que América fue escogida”. Con otras palabras, si Dios eligió favorecer a los norteamericanos, éstos tienen, por ello mismo, el derecho de convertir a otros pueblos a su forma de ser, que es necesariamente la mejor.
Las "relaciones internacionales" entonces no significan otra cosa que la difusión, a escala planetaria, del american way of life.Representando perfectísimamente su modelo, los norteamericanos no tienen por qué conocer a los demás. Son los demás quienes deben adoptar su modo de ser. No es de sorprender, en tales condiciones, que los contratiempos experimentados por Estados Unidos en su política exterior se deriven a menudo de su incapacidad de imaginarse que otros pueblos puedan pensar de modo distinto al suyo. De hecho, para muchos norteamericanos, el mundo exterior (el "rest of the world") simplemente no existe, o mejor dicho, sólo existe en la medida en que se americaniza, condición necesaria para que resulte comprensible.
 
Lo más llamativo entre los norteamericanos parece su innegable capacidad para recuperarse...
Esta capacidad de recuperarse se explica por el hecho de que no tienen remilgos emocionales sobre su modelo, por la omnipresencia de la violencia en su cultura, y también por el hecho de que no sufrieron las abominables hemorragias que en el siglo XX sufrimos los europeos. Estados Unidos tuvo 117.000 muertos en la Primera Guerra Mundial (1,7 millones en Francia), 418.000 muertos en la Segunda (al menos 9 millones en Alemania), unos 40.000 en Vietnam; es decir, en total menos que las pérdidas humanas experimentadas durante la Guerra de Secesión. No se debe, sin embargo, subestimar a Estados Unidos. No sólo porque sus medios siguen siendo considerables, sino porque no se vieron vaciados de su energía. Y, sin embargo, de igual modo que Estados Unidos surgió de su rechazo a Europa, Europa no podrá construirse más que en contra de Estados Unidos.
© Boulevard Voltaire

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