Tuiteo y tuteo

El tuteo elimina las jerarquías, lo que equivale a proscribir la excelencia, la cultura y la pedagogía.

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La expresión es de Manolo Hidalgo. Me topé con ella en una de sus columnas. El tuteo, mal generalizado ya en una expatria que corre hacia el suicidio, certifica el triunfo de la rebelión de la chusma. La de las masas, que anunciase Ortega, está tan apolillada como la de los bolcheviques en la Rusia de los zares. Eliminar el usted y, de paso, prescindir nada menos que del respeto al prójimo no sale gratis. Por algo lo impusieron en su día los comunistas y los fascistas. Mussolini sustituyó el lei por el voi. En el Partido Comunista, donde estuve, yo tuteaba a Carrillo y habría tuteado al mismísimo Stalin si lo hubiese tenido a tiro de conversación. En la Falange todos eran camaradas, como en el partido citado, y compañeros son quienes militan en el hipócrita igualitarismo de la izquierda. El tuteo elimina las jerarquías, lo que equivale a proscribir la excelencia, la cultura y la pedagogía. Tutear sin ton ni son es hacer alarde de ignorancia. Hace unos años vino a verme una joven periodista, licenciada en Ciencias de la Uniformización. Quería entrevistarme. Era simpática. Lo primero que hizo fue disculparse porque, según me explicó con un atisbo de sonrojo, no sabía manejar los tiempos verbales ni las concordancias que el uso del usted exige. ¡Hale, pensé, a freír monas de Darwin la tercera parte de la gramática! Los miembros de la Generación del 98, amigos y colegas todos, se trataban de usted. Lo mismo hacían en la Resi y en los tugurios del Madrid castizo quienes pertenecieron a la del 27. De usted trataban Cánovas, Sagasta, Primo, Negrín y Franco a sus ministros. Eran otros tiempos. En los de ahora hay, incluso, gentes de edad, de bien y de buena educación que interpretan el usted, campechanos ellos, como trato vejatorio y te piden que lo apees. Llevo a mis espaldas ochenta y un años, cuarenta y cuatro libros, un millar de conferencias, cinco mil piezas de prensa, tres lustros de docencia... La tele ni la menciono. Pues bien: llaman ahora a la puerta de mi casa, la abro, es un repartidor sin estudios, en chándal y con acné que me trae un libro. “¿Fernando?”, pregunta. “Sí”, respondo. “Pues firma”. En casos así, una vieja amiga, que estuvo en el Partido, inquiere: “¿Nos han presentado?”. Yo, más tímido, no me atrevo a hacerlo, pero aplaudo su estrategia. ¿Tuteo o tuiteo?, apunta Hidalgo. ¿Pero no es lo mismo? Seguro que en las Redes, donde el tú y el vosotros son preceptivos, escribirían husted.

© El Mundo

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