Confesiones de un reaccionario

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Con no poca frecuencia, este rotundo y sonoro epíteto ("reaccionario") es utilizado como dicterio contra aquellos que “nadamos contracorriente”, contra aquellos que pensamos y sentimos, como diría J.K. Huysmans, “a contrapelo”.

Contra aquellos que celebramos y añoramos una “edad de oro” frente al “espíritu de nuestra época”. Contra aquellos que hemos comprendido que a una verdad no se debe renunciar simplemente porque no tenga posibilidades de triunfar.

Así lo entendieron, por ejemplo, Hölderlin, Kleist o Nietzsche, auténticos “héroes trágicos” que, buscando denodadamente la Verdad, sufrieron agónicamente la aniquilación de sus almas; calcinadas ante la contemplación del "infinito".

Reaccionario por “idealismo” mejor que por “ideología”. Frente a la visión mecanicista y “newtoniana” del hombre, sólo podemos alzar la voz y, como Poe, exclamar:
Science! true daughter of Old Time thou art!
Who alterest all things with thy peering eyes.
Why preyest thou thus upon the poet´s heart,
Vulture, whose wings are dull realities?
¡Ciencia! ¡verdadera hija del tiempo tú eres!
que alteras todas las cosas con tus escrutadores ojos.
¿Por qué devoras así el corazón del poeta,
buitre, cuyas alas son obtusas realidades?
Julio César Evola, filósofo y escritor heterodoxo, definió tal fenómeno como “titanismo catastrófico”. Proceso por el cual la técnica y la ciencia modernas son contrarias a cualquier espiritualidad orientada hacia la trascendencia. Pues la propia idea de límite es algo que repugna a la mentalidad faústica de Occidente.
Llegados a este punto y aunque resulte, en cierto modo, paradójico, no puedo más que señalar el punto de unión entre el pensamiento reaccionario, tal como yo lo veo, y el llamado comúnmente movimiento romántico. Ambas concepciones del hombre se basan en la "relación entre la figura del héroe, epítome del propio ser humano, y el horizonte trágico que se revela como su fundamento". [El Héroe y El Único. Rafael Argullol]
¿Acaso no encontramos en los versos de un Keats o de un D’Annunzio, autores a primera vista tan dispares,  rasgos tales como el carácter aristocrático, el desprecio al hombre-masa y, sobre todo, el más acendrado antimodernismo?
Oposición entre el mundo moderno y el mundo de la Tradición. Entre el hombre moderno y su fantasmagórica idea acerca del "progreso" y el hombre tradicional.
Volvamos a Evola: "Nada es tan absurdo como esta idea de progreso que, con su corolario de superioridad de la civilización moderna, se ha creado sus coartadas positivas falsificando la historia, insinuando en los espíritus mitos deletéreos, proclamando su superioridad en los mercados de la ideología plebeya, de la que forma parte".
Para un alma antigua como la mía, el mundo moderno es un bosque petrificado en cuyo centro sólo tiene cabida el caos.

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