¿El ídolo de los neumáticos de barro?

Alonso, macho: ¡Se hombre, caballero y español!

Feo asunto: el piloto Fernando Alonso, hiperlaureado y endiosado por los medios de comunicación españoles, se ha visto envuelto en un turbio caso de espionaje entre “escuderías”: la anglo-germana McLaren contra Ferrari. Alonso, como el también español De la Rosa, milita en McLaren. ¿Se acusa de algo a Alonso? De pasar información sobre el caso a la Federación, pero es que ésta la había pedido. De manera que Alonso no ha sido mal chico, pese a la hostilidad de los medios británicos. Pero esta mancha de barro sobre el mundo del automovilismo le ha cogido en medio y el piloto, con todos sus laureles, ha quedado pringado. Ahora tendrá que demostrar que, además de saber correr, sabe estar.  

Compartir en:

CURZIO MALATESTA/LONDRES
 
Todas las historias de espionaje son enrevesadas. Alonso recibió un e-mail, enviado por De La Rosa, con el contenido de la operación de espionaje llevada a cabo por su escudería. De La Rosa lo había recibido a su vez del ex diseñador jefe de la McLaren, su amigo Mike Coughlan, que la recibía de la Ferrari por Nigel Stepney, ex jefe de mecánicos, involucrado el caso de sabotaje que sufrió la escudería italiana en Mónaco el pasado Mayo.
 
El contenido de dicho mensaje era un dossier de 780 páginas con las técnicas y procedimientos de la escudería Ferrari en las carreras, aunque el contenido preciso se desconoce. No se sabe si los altos cargos de la escudería anglo-germana estaban al corriente de la maniobra. Al parecer alguien le sopló algo a la FIA, y los hombres de Max Mosley recibieron ayuda de los dos pilotos españoles nada más solicitarla.
 
¿Han hecho mal los pilotos españoles? No: la Federación manda. Pero la perjudicada es la propia escudería. Por el contrario, el piloto inglés Hamilton, de la misma McLaren, ha callado, o así se lo ha encomiado la prensa británica.
 
Balance: intrigas, sobornos, soplos, puñaladas traperas mediáticas… ¿Y a esto lo llaman deporte?
 
Deporte y guerra, terreno para caballeros y pueblos valientes
 
Aunque uno no siga las competiciones deportivas, si no es un cosmopolita o alguna otra cosa malsonante, no deja de interesarse por dichas competiciones cuando están envueltas de carácter nacional. Vamos, cuando es una selección española de lo que sea, o un español, compitiendo contra otras nacionalidades. Y, excepcionalmente, sin miramientos nacionales, sobre todo en los deportes individuales, si se trata de una figura carismática que nos merece cierta admiración y respeto.
 
Los deportes, tanto individuales como colectivos, empezaron como una manera de entrenarse para la guerra cuando no se estaba en guerra (observen que no menciono la palabra favorita de ZP). Con el matiz de que los colectivos eran competiciones entre “los de aquí” contra “los de fuera” para ver quién valía más, pero sin matarse. Es decir, que en los deportes colectivos se medía un grupo de los mejores de una comunidad contra los mejores de otra.
 
Los deportes individuales servían y sirven más a la gloria de los individuos y, de la mano, al estandarte que ellos porten si así lo hicieran, sea éste el de su familia, el de su señor, o su Rey, o su Patria o su escudería, o varias servidumbres a la vez.
 
Pues bien, Alonso representa a McLaren, que es su escudería, y a España, que es su Patria. Todo esto lo sabemos por el mono que lleva puesto, el coche que conduce y el himno que suena cuando se sube al podio.
 
El estilo y los cánones éticos y, sobre todo, estéticos que hemos heredado por nuestra Tradición Occidental, suman al calvinista “lo que cuenta es el resultado” el hermoso “combatir por la belleza del combate”.
 
Entonces, la victoria y la pasta son importantes, importantísimas, sí. Pero las formas también. En el deporte se exaltaban también el valor, el sacrificio y la lealtad.
 
Mientras nuestros compatriotas cantaban La Traviatta,Louis Hamilton, que nos cae peor que fatal, ha permanecido fiel a la mano que le alimenta, y ha dado un discurso moderado de lealtad al equipo sin darle palos explícitos a los apaleados Spaniards cantarines.
 
¿Cómo lo ven los británicos?
 
Pues muy mal, la verdad, porque para eso son un pueblo chovinista, como los somos todos los pueblos, y ellos un poco más.
 
¿Se acuerdan de aquella escena de Asterix en los Juegos Olímpicos? El jefe Abraracurcix y sus “galo-romanos” estaban sentados en las gradas junto a unos viejos espartanos, y cuando vieron aparecer a sus representantes en los juegos, Asterix y Obelix, los animaron como locos, gritando y agitándose. Cuando llego la hora de los espartanos, los viejos dijeron todos a una, sin moverse ni cambiar de expresión: “¡Esparta!” y callaron. Abraracurcix y sus paisanos los miraban con el gesto fruncido y altivo de cómica dignidad. Y les dijo el jefe galo: Por favor, caballeros, seamos deportivos.
 
¿No han leído los comics de Goscini y Uderzo? Pues hay que leer a Las aventuras de Asterix el galo para ser benevolentes con nosotros mismos y nuestros compatriotas europeos.
 
Es verdad que no se puede esperar de la afición más que lealtad, fe por encima de las razones (o por debajo). Pero yo les pido a los dioses del deporte, que estén por encima de nuestras bajezas humanas y nos iluminen como el Sol Olímpico para llegar más lejos, más alto, más fuerte. Y si sois ídolos de muchos jóvenes y no tan jóvenes, demostradnos que merecéis estar en el podio, a la altura de los dioses.
 
Alonso, macho, ¡se hombre, caballero y español!. A lo mejor así cunde el ejemplo entre nosotros.

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar