Mi última Misa del Gallo

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Me pareció muy interesante la reciente columna de Javier Ruiz Portella, “Mi última Misa del Gallo”. Es cierto que es difícil encontrar una misa en la que edificio, liturgia, cantos y homilía dejen completamente satisfecho al feligrés. España es un país de extremos y, tras el Concilio, nos hemos ocupado de tener las misas más áridas, los cantos más aberrantes y, ahora ya cada vez quedan menos, los curas más progres. De todas formas, algo se está mejorando. Permítame que le cuente mis experiencias más recientes. Vivo en Liubliana y las misas son magníficas: coro, órgano, liturgia... Ayer asistí a misa en Zagreb, en pleno centro antiguo: coro estupendo, incienso, monaguillos..., una misa de lo más tradicional (sin embargo, cuando voy a misa en Trieste o Venecia, se parecen más a las españolas, con sus defectos).

El problema de esas misas tan estupendas es que sólo es posible encontrarlas en esloveno o croata. La Iglesia está en el origen de estos dos países. No es posible oír misa en latín, ni con el motu propio. En Viena sí se puede, pero la pregunta es cómo es posible que la Iglesia no la promueva más. Cada vez se viaja más y uno puede hacer el esfuerzo de aprender la misa en latín, pero no en veinte idiomas diferentes. Es cuestión de complejos y de querer agradar a quién nunca se dará por satisfecho. Litúrgicamente, el Concilio fue un fiasco y hay que arreglar más de una cosa. Gracias por su artículo. 

Luis Cánovas del Castillo
(Liubliana, Eslovenia)

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