Sin inmutarse, sin que le tiemble la voz

[EL VIL METAL] La economía considerada como el arte de decir gilipolleces y que apenas se note

En La Sexta adoran a su economista de guardia.

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El señor de la foto se llama Gonzalo Bernardos, es economista y ejerce de opinólogo de guardia en algunos medios progres como La Sexta. De la materia en la que es doctor —nada menos— no sabemos cuánto sabe porque en un país donde Sánchez también alcanzó el doctorado vaya usted a fiarse. Lo que sí sabemos es que cada vez que habla, sube el pan. Su  último análisis sobre la persistencia de la inflación en los precios al consumo de productos básicos como el pan y el aceite de oliva fue de antología del disparate, una de esas sandeces mayúsculas que se esperan de un mameluco después del segundo narguilé, aunque rebuznadas por un economista suenan a propaganda chunga, como de coronel de la Stasi en tiempos de la "República Democrática de Alemania". No se le ocurrió mejor análisis: los precios siguen altos porque los dueños de las grandes superficies se empeñan en subirlos. Vaya por Dios. Uno, ignaro en la materia, siempre había creído que en una economía libre los precios dependen de la oferta y la demanda, con el lapidario corrector de la competencia. Pero no, Gonzalo nos enseña que los precios suben porque el sr. Roig, dueño de Mercadona, se levanta por la mañana, reflexiona y decide en su malvada intimidad: “Quiero ser más rico aún, voy a subir el aceite a 10 € el litro y que se joda el personal”; y ya de paso, las demás cadenas de distribución —Carrefour, Alcampo, Lidl, El Corte Inglés, Aldis, etc., etc.—, le siguen el rollo y en vez de aprovechar los precios disparatados de Mercadona para forrarse, vendiendo aceite mucho más barato, lo suben igualmente para que no se diga que no tienen los mismos cojones morenos que Roig.

Economista oficial de La Sexta, militante socialista, doctor en la ciencia de despistar al ciudadano con luminosas majaderías, Gonzalo Bernardos es el paradigma del izquierdista contemporáneo: la realidad es un relato emotivo, la objetividad de lo fáctico un engorro, algo facha en el fondo. En La Sexta están encantados con él, faltaría más.

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