Una gilipollez de Albiac sobre Ledesma Ramos

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Gabriel Albiac posee una de esas biografías que van de el cielo al infierno o, según se mire, del infierno al cielo. Marxista-leninista en sus años de juventud, la expulsión del PC —o sea, el Partido Carrillista— le sirvió de pistoletazo de salida para una larga carrera que, de momento, ha recalado en el rotativo liberal El Mundo y en la emisora COPE.
 
Como seres libres que somos —o deberíamos serlo— bien está que hagamos de nuestra capa un sayo y rectifiquemos las veces que sea necesario porque, al fin y a la postre, rectificar es de sabios.
 
Sabio, sabio, sabio, lo que se dice sabio, Albiac no lo es aún, sin embargo. Quizá le falte sazón o tal vez un hervor. Al menos, nuestro hombre —ganado para la causa rojigualda para disgusto y rechinar de dientes de la izquierdona— debería documentarse y, sobre todo, cuidar las formas. Al menos puntualmente. Delante de un micrófono y al socaire de una acalorada tertulia un señor puede deslizarse con suma facilidad por la torrentera de la estulticia. Cuando se escribe, no. Y menos, cuando el que escribe es un catedrático, un catedrático como lo es el señor Albiac.
 
Hace unos días, navegando por la ciberhemeroteca de El Mundo me encontré con una gilipollez descomunal perpetrada por el señor Albiac, que no me resisto a reproducir:
 
“A cambio de esa gracia de dar modelo al socialismo futuro de la nación vasca (o sea, despotismo autista, corrupción, ruina), el consejero vascongado de asuntos sociales premia con 1.000 millones de pesetas a la dictadura castrista. Transacción humanitaria de un tal Madrazo en La Habana. Madrazo, capo del PCE de Llamazares en las provincias vascas. Ministro del muy nacional-revolucionario gobierno del PNV. El de Ibarreche, digo. Y el de Arzallus. Revolución nacional y socialista, se llama eso. Al fin. Patria o muerte: Ramiro Ledesma Ramos, que ideara para sus fascistas J.O.N.S. hace 70 años la necrófila consigna, bota de gozo en su tumba”.
 
El párrafo de marras forma parte de un artículo titulado “Cuba, modelo vasco” y fue publicado en el diario de Pedro J. Ramírez, el 17 de enero de 2002.
 
A mí, personalmente, el chascarrillo no me hace ni puta gracia. Porque el señor Albiac miente conscientemente y, lo que es aún más grave, porque está ayuno de hombría de bien.
 
Lo de “Patria o muerte” no lo inventó Ledesma Ramos. Yo reto al señor Albiac a que me indique dónde y cuándo aparecen juntas esas tres palabras en la obra de Ledesma Ramos. Por si le sirve de orientación, le diré que sus Obras Completas, en cuatro volúmenes, se publicaron en 2004, de la mano de Ediciones Nueva República y de la Fundación que lleva su nombre, y me consta que quedan ejemplares a la venta porque la página electrónica de dicha editorial no lo tiene descatalogado.
 
Por si no se quiere gastar un céntimo en quien “bota de gozo en su tumba” ante el guiñol vasco, existe una página electrónica en castellano llamada “Nuestra Revolución” en la que podrá encontrar el noventa y tantos por cierto de su obra. Con el buscador de su navegador le será, sin duda, mucho más fácil.
 
Lo del “Patria o muerte” que, con toda probabilidad, le debió ser tan caro en sus años mozos al señor Albicac, lo endosó para la historia de la izquierdona un tal Fidel Castro, en un discurso pronunciado el 5 de marzo de 1960, en el funeral por los muertos víctimas del sabotaje —con toda probabilidad norteamericano— al buque francés “La Coubre” que, procedente del puerto de Amberes, traía armamento para los rebeldes.
 
Como la cosa no le debió parecer redonda al camarada Fidel —que no a nuestro compatriota Ledesma Ramos, insisto— el día 8 de junio de ese mismo año añadió, en la clausura del I Congreso Revolucionario de Barberías y Peluquerías (sic), al “Patria o muerte” el “¡Venceremos!” y que hoy, en su forma acabada conocemos por el “Patria o muerte. ¡Venceremos!”.
 
Si, por fin, al señor Albiac, ante los textos de Ledesma Ramos, le pica la curiosidad sobre lo que realmente opinaba el malogrado zamorano sobre el separatismo vasco, gallego o catalán, me gustaría saber si, tras la lectura, estaría —o no— dispuesto a repetir la misma o similar gilipollez.
 
¡Qué peligrosas son las hemerotecas!

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