De Afganistán a aquí

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Durante la década de los ochenta del pasado siglo XX la diplomacia yanqui en Hispanomérica se sacó de la manga y aplicó el concepto de narcodictadura para aquellos regímenes cuarteleros que, como el general García Meza, en Bolivia, no acababan de ajustarse a los intereses de Washington. Una vez que el panorama continental se adaptó a los planes norteamericanos en la región el neologismo acabó en el desván del olvido.

Un cuarto de siglo después, otra narcodictadura —o narcodemocracia, según se mire— se nos muestra como un auténtico emporio sin que sobre ella —cosas de la geoestrategia—caigan mayores dicterios ni acciones preventivas. Me refiero, obviamente, a Afganistán. Recientemente, el embajador norteamericano en Kabul se ha quejado —con la boca pequeña, todo hay que decirlo— por el incremento del cultivo de adormidera —planta de donde se extrae el opio— que ha pasado de 165.000 hectáreas en 2006 a 185.000 hectáreas en 2007. Sin embargo, el presidente impuesto por las bayonetas norteamericanas, Hamid Karzaji, se ha opuesto y se opone a toda política que vaya en contra de dicha producción, habida cuenta que ese es precisamente el otro gran pilar que sostiene al régimen “democrático” de Kabul, régimen que, al fin y a la postre, sería el responsable de que el 92% de la producción ilegal de opio que circuló por el mundo durante 2006 lleve vitola afgana. 

Si tenemos en cuenta que dicho porcentaje era del 70% en 2000 y del 50% a mediados de la década de los noventa, el derrocamiento por parte de la OTAN del régimen del mulá Omar, a finales de 2001, no sólo no ha impedido el alza de la producción, sino que ha dejado en mantillas al terrorífico régimen talibán. Dicho de otra manera: el hiperincremento del cultivo de adormidera en Afganistán se ha producido bajo la tolerancia de la OTAN y eso que Tony Blair, en el The Guardian del 3 de octubre de 2001, se atrevía a presentar la invasión otanista como un medio imprescindible para abortar el tráfico en la mismísima capital británica: “Las armas que están comprando los talibanes se están pagando con las vidas de los jóvenes británicos que compran las drogas [afganas] en las calles de nuestro país”. ¡Casi nada!

¿Y cómo aparece esa superproducción en las calles londinenses o en las de la piel de toro? Gracias a las estaciones periféricas; esto es, a los países surgidos tras la descomposición yugoslava, fundamentalmente Macedonia y Albania —así como la región autónoma de Kosovo, que Estados Unidos quiere independizar el próximo invierno— a través de Turquía, eximio miembro de la OTAN y penúltima etapa del “corredor” centroasiático.

Pues bien, todavía hay tontos que creen que Hamid Karzaji es “nuestro hombre” y Slobodan Milosevic una “bestia parda” a la que había que aniquilar.

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