El caso de Vicky Michaud, la miss étnica

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 Vivimos tiempos de estulticia generalizada donde los referentes ya no son ni la belleza, ni la bondad, ni la sabiduría. El sistema nos quiere tontos porque, con toda seguridad, tontos somos capaces de consumir más y más aceleradamente.
 
Nada importa que los mensajes del poder sean efímeros si éstos conllevan una fuerte carga letal. ¿Se acuerda usted de la negritud de los años 70 del pasado siglo? No, si no acude a una hemeroteca. ¿Qué quedará del indigenismo dentro de un par de décadas? Nada, salvo la imagen de trazo grueso de un ignorante con pretensiones embutido en un jersey hortera. ¿Qué recorrido tendrá el hip-hop multirracial antieuropeo? Probablemente muchísimo menos que el legado de los Sex pistols.
 
Uno de los penúltimos episodios de este gran guiñol etnomasoquista ha sido el caso de Vicky Michaud. Una francesa, miss Borgoña, que, en pleno concurso de miss Francia cometió un grave error: sentirse orgullosa de la raza a la que pertenece. “Mi mayor fuerza es mi homogeneidad étnica”, dijo en pleno concurso. Ante el escandalazo, que diría nuestra anoréxica vicepresidenta, el jurado, que había elegido a miss Borgoña como la más bella de las francesas, decidió la suspensión del concurso y la retirada de la corona. Y, en su lugar, nos endosó a una tal Valérie Bègue, procedente de las islas Réunion, que, finalmente, fue elegida 8 de diciembre, para a los pocos días aparecer en unas fotos claveteada en una cruz en unas imágenes que han sido calificadas de “escandalosas”... La cabra tira al monte: triunfo (en los despachos, que no en la cancha) de la Francia multirracial y, de paso, patadita en los cojones a los cristianos aprovechando que el Pisuerga pasa, como todos ustedes ya saben, por Valladolid.
 
De toda esta porquería me quedo, empero, con dos cosas: en primer lugar que Vicky Michaud es, efectivamente, una belleza que estremece y que, lejos de ser imbécil (o irreverente, o las dos cosas a la vez, como la señorita Bègue), ha tenido las agallas de decir lo que piensa a pesar de saber que la dictadura de la policía del pensamiento acabaría aherrojándola en el ostracismo.
 
Gracias, Vicky Michaud, por haber nacido... Y al jurado ese, pues —¿qué quieren que les diga?— que le den por donde amargan los pepinos...

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